jueves, 5 de enero de 2012

TAN LEJOS Y ESCRIBIENDO PALABRAS EN EL VIENTO...


*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.
 
 
 
 
El Relojero Mayor*
 
 
Soy una de las personas más importantes del mundo. El tiempo de la gente despende de mi desde hace 36 años. Cuando me dieron en cargo de Relojero Mayor del Big Ben, pusieron en mis manos, no sólo la responsabilidad de mantener el reloj en marcha sino también la de impedir cualquier variación en el horario. A fin y al cabo todo el mundo se regía por la hora que daba mi reloj. Jamás se adelantó ni retraso un solo segundo en todo este tiempo.

Cuando me anunciaron una jubilación anticipada, el mundo se hundió bajo mis pies ¿acaso no había cumplido mi cometido? ¿No había sido eficiente y fiel? ¿Treinta y seis años de dedicación absoluta no merecían otra recompensa que una jubilación inmediata?. La excusa del cambio de los tiempos y del ordenador que controlaría la hora con "más rigor y seguridad" fue el detonante.

El último día de trabajo, empujado por la sed de venganza, adelanté el reloj una hora creando una cadena de despropósitos increíbles. La bolsa cerró antes con millones de operaciones a medias, los trenes llegaron antes de hora, las bodas se suspendieron, los juzgados no pudieron acabar sus juicios, los colegios dejaron los niños en la calle... El caos.

Con una sonrisa malévola cerré, por última vez,  la portalada del Big Ben y me fui a casa. Ahora solamente me quedaba acabar de pasar el resto de mi vida con mi mujer, que pacientemente, se había sacrificado como yo en la exactitud de los horarios durante toda una vida. Cuando abrí la puerta alcance a oír al vecino de al lado que decía desde mi habitación. "Diana, ven rápido que sólo nos queda una hora"
 
 
*De Joan Mateujoan@cimat.es
 
 
 
 
TAN LEJOS Y ESCRIBIENDO PALABRAS EN EL VIENTO...
 

 
 
 
 
 
PALABRAS EN EL VIENTO* 
Con este correo saludo al Lic. Eduardo Coiro , a los colaboradores de la Revista , a sus lectores , a los pájaros exiliados.

*De Amelia Arellano.  arellano.amelia@yahoo.com.ar
 

“No digas que no sé atrapar el viento y tú en la distancia,
alguien vino y violó la cerradura.” 
CRISTINA LARCO  
 
No, no  me escribas palabras en el viento.
Se convierten en cuervos.
Picotean si piedad mis intensos girasoles.
Luego dices que no se atraparlas.
 
A veces se transforman en noche.
Descienden por mis hombros.
Mueren en la curva de mi espalda.
Luego me dices que mi nombre es Edith.
 
No escribas palabras en el viento.
El viento es un tristísimo extranjero.
No me condenes a ser mujer de sal.
A ser ángel de arena.
 
Borra la fecha, el lugar, la hora.
Quita a septiembre de tu calendario.
Sé, una vez más, mi casa.
Mi puente derribado, mi lirio blanco.
 
No digas que mi puerta está cerrada.
“No digas que no sé atrapar el viento”
La puerta de  mi alcoba abierta está.
El aliento del viento, tan cercano.
Tan ardiente , tan ebrio , tan febril.
Y tú, tan lejos.
Tan lejos y escribiendo palabras en el viento.
 
 
 
 
*
 
 

 
LAS ENTREVISTAS DE CARLOS ALBERTO PARODÍZ MÁRQUEZ
 
 
Habla la morada de su sombra*

 
*Por CARLOS ALBERTO PARODÍZ MÁRQUEZ. parodizlaunion@gmail.com
 
 
Distinguida en tres oportunidades con la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores, obtuvo el premio ”Platero”, otorgado por la UN, Ginebra, Suiza.”Este camino ya nadie lo recorre salvo el crepúsculo”. En algún lugar del cemento, llámese como guste, hay quienes vivieron con la puerta cerrada mucho tiempo, el viento, la lluvia, el sol, algún pájaro, curiosearon. La literatura de Emilse Zorzut parece hablar de un desatar y desatarse, aunque no haya certezas de esto.
Una importante pluma cuyos valores han trascendido las fronteras y su trabajo es material que habita distintas geografías y el cual ella accede explicar.
Una profesional que enlaza mundos y los cuenta como cuentas de un rosario que se desliza en la memoria. Veamos cuanto es posible compartir de su historia que es además parte del presente.
 
–¿Quién es Emilse, cuál es su pasado y cómo influyó en el presente?
 
–¿Quién soy? Bueno, nací en la localidad de Tolosa, Ciudad de La Plata, en la Provincia de Buenos Aires. Mis abuelos paternos fueron oriundos de Austría y los maternos de las regiones vascas españolas. Una combinación algo especial. Un recuerdo de mi niñez es cuando me columpiaba en la hamaca construida por mi padre mientras miraba aparecer las estrellas al caer la tarde.
Escribí mi primera poesía a los 11 años y fue una mala experiencia porque mi maestra no creyó que era de mi autoría. Con el tiempo, me di cuenta que no debía haber sido tan mala. Comencé a trabajar a los 16 como secretaria privada de la presidenta de una institución que ayudaba a enfermos incurables para luego pasar a un comercio y terminar, obteniendo por concurso, un puesto en la administración pública.
Pero mi sueño era ser periodista, por lo que me inscribí en la car r e ra que se dictaba en el Círculo de Periodistas de La Plata, pero c u a n d o cursaba las cuatro última s materias en la Facultad de Humanidades, por razones políticas, cerraron la escuela y bueno, nuevamente a buscar otro rumbo que terminó en la Facultad de Humanidades donde me recibí de Psicóloga Clínica.
 
–¿Cómo te formaste profesionalmente y dónde? ¿Tu carrera te permite trasladar información a la literatura, cuando se produce el cruce?
 
–Pertenecí a la primera promoción de esa carrera, aunque de todos modos mi vocación por la literatura seguía en pie y nunca abandoné mi inclinación hacia la poesía.
Mi carrera, el importante aporte que me dio, fue el conocimiento a fondo de la naturaleza humana que me permitió crear mis personajes cuando comencé a incursionar en cuento y novela.
 
–Publicaste varias cosas, sobre todo en papel ¿Podrías mencionar tu obra completa?
 
–Mis obras publicadas en papel son: Sobre mundos abismales –Poesía– (1990) compartido con la escritora Marta Beatriz Multini; Al compás de la ronda –Cuentos– (1995); Morada de los cuatro vientos –Prosa Poética– (2000); Morada de mi sombra –Poesía– (2001), con el cual obtuve el Premio Platero 2000 de Naciones las Unidas en Ginebra, Suiza; Caleidoscopio –Poesía Haiku– (2003) con el cual participé en un intercambio cultural Argentino- Cubano; Síndrome X – Cuentos – (2006); Moradas, una recopilación de ocho poemarios cuyos títulos comienzan con la palabra Morada (2010). También tengo publicaciones en Antologías nacionales e internacionales.
Colaboro con revisas literarias de Argentina, América y Europa. Además, publico en diversos sitios web. Con la escritora Marta Beatriz Multini incursionamos en guiones de cine y TV que están a la búsqueda de algún director que quiera llevarnos al cine.
 
 
– ¿ Cuáles son tus referentes literarios?
 
–En poesía fueron Lao Tse y Basho, por mi acercamiento a la poesía oriental. En nuestra lengua, Neruda y Alfonsina Storni son mis predilectos. En prosa decididamente Cortázar, porque su sola lectura me devuelve a las musas cuando éstas se adormecen.
 
–¿Qué es para vos la literatura, qué te provoca?
 
–Es la supervivencia del alma, y a través de ella canalizo sueños e ideales que me permiten sobrevivir en un mundo gris.
 
¿Estás trabajando en algo en este momento?
 
–Con la escritora Marta B. Multini estamos incursionando en guiones de cine y TV. Por mi parte estoy encarando el género novela.
 
 
Tres preguntas delirantes que sólo una autora con musas despabiladas puede responder:
 
–¿El sol tarda en salir en una época del año porque se siente avergonzado?
 
–Creo que el sol prefiere la noche para no ver lo que sucede en la tierra y que no puede modificar.
 
–¿Las marcas del tiempo, son heridas, cicatrices, espejos indeseados o qué?
 
–Las marcas del tiempo son enseñanzas que se deben capitalizar para lograr que el mundo interno sea una fuente de paz y goce de vida, una tarea que muchas veces nos cuesta asumir.
 
–¿Dios, el que elijas, puede ser olvidadizo?
 
–No creo que Dios sea olvidadizo, creo que recuerda para qué nos creó, tal vez lo hayamos decepcionado. Debe estar esperando que en algún momento cumplamos nuestra parte.
 
*Fuente: La Unión Espectáculos y Cultura 30/12/11  http://www.launion.com.ar/?p=76595
 
 
 
 
 
 
 
 
Carta por un nuevo año* 
 
Estás allá,
lejana,
viviendo la ilusión tan bien soñada,
cargando a un Santa Claus,
cubriendo con guirnalda palma ajena.
 Así eres feliz, a tu manera.                           
                                   Yo sigo aquí,                                                   
renuente,
viviendo realidad,
soñando un poco;
encendiendo velas fuera de los altares,
esperando cualquier día pájaros negros,
cargando con flecha la ballesta.
Es cierto, cada cual es feliz a su manera.
 
*De Miguel Crispín Sotomayorarcomar@cubarte.cult.cu
-Tomado del poemario “Fantasmas de Quijote” (2006)
 
 
 
 
 
 
 
Volver a casa*

*Por Juan Forn

Mi madre no quiere que le lean, desde que perdió la vista. Le ofrecí traerle audiolibros, le ofrecí conseguirle una persona que le vaya a leer, y ocupar yo ese lugar los días que voy a Buenos Aires. Le ofrecí que encarásemos juntos los siete tomos de En busca del tiempo perdido (yo leería cada noche
en Gesell hasta donde ella hubiera leído ese día en Buenos Aires, y en mis días allá podíamos seguir leyendo los dos juntos o comentar lo leído hasta entonces). Propuse Proust porque ella se ha jactado siempre de su ascendencia francesa y nada le gusta más que conversar sobre gente conocida:
"¿Te acordás cuando el Francés Dubois sobrevolaba con su avioneta la casa de La Cumbre, para avisar que lo fueran a buscar al aerodromo (ella pronuncia la palabra con el acento grave, en la segunda o) y que estuvieran los coloraditos listos cuando llegara?" (el coloradito era el trago de rigor en aquella casa: gin, campari y ralladura de limón). Pero mi madre me contesta en monosílabos que Proust era un snob; por un instante asoma su vieja personalidad, taxativamente pasional; es apenas un chispazo pero tiene su gracia escalofriante ver hasta dónde llega su influencia subterránea en mí
(¿por haberle oído decir eso alguna vez yo no he podido nunca leer a Proust?).
Traté entonces de tentarla con Los gozos y las sombras, perspectiva poco promisoria para mí pero sabía cuánto había disfrutado ella los tres tomazos de la novela y la miniserie (y me resultaba difícil imaginar una lectura que fuese más visual para ella, que creo que es lo que más añora). Pero tampoco conseguí interesarla. En cambio, para mi sorpresa, me pidió que le contara qué estaba leyendo yo, qué libro llevaba ese día en la mochila. Yo le he mentido descaradamente a mi madre a lo largo de la vida, me llevó su tiempo pero aprendí al fin a decirle lo que ella quiere oír. Y me pareció improbable que quisiera oír las impresionantes historias sobre trastornos de la vista que cuenta el neurólogo Oliver Sacks en El ojo de la mente. Pero ella se mostró interesada en los casos cuando empecé a contarle con cierta
vacilación de un trastorno llamado alexia, que es la incapacidad de leer.
Uno se levanta una mañana, abre el diario y es como si estuviera escrito en cirílico (puede leer la hora en su reloj, pero no por los números sino por la ubicación de las agujas; puede "leer" un durazno pero no por su aspecto sino por el tacto, el olor o el sabor). Un escritor canadiense llamado Engel se despertó un día así. Llegó desesperado al hospital y una enfermera le preguntó si podía escribir y Engel descubrió para su estupor que sí (pero no podía leer lo que había escrito). En una época se la llamó ceguera a la
palabra, hasta que Freud la bautizó agnosia visual. Engel miraba el cielo y veía azul, veía la calle y las personas como cualquiera de nosotros, pero como escritor era ciego: debió pasar de leer a escuchar y de escribir a dictar.
"Esa historia es más para vos que para mí", se limita a decir mi madre. Le interesa más lo de un profesor inglés de religión llamado Hull a quien le pasó algo peor cuando se quedó ciego, a los cuarenta, y su memoria e imaginación visual empezaron a escurrírsele entre los dedos: cada día perdía un rostro, un paisaje, un color. Estaba tan pendiente de esa pérdida que tardó en darse cuenta de cómo se le iban desarrollando los otros sentidos.
Hull dice que de a poco empezó a "oír" los objetos silenciosos, como los faroles de la calle o los autos estacionados: cuando pasaba junto a ellos era como si se espesara la atmósfera, los objetos le devolvían el sonido de sus pisadas. A una pianista húngara que sufrió una afasia a los sesenta le pasó lo contrario, pero a la vez lo mismo. El afásico se despierta una mañana y descubre que no puede hablar. Poco a poco descubre que también ha perdido el habla interna; ya no puede hablarse a sí mismo tampoco. De pronto
toda queda limitado a lo visual: sólo puede expresar sus pensamientos y sentimientos a través de gestos mímicos. Pero muchas víctimas de afasia son capaces de desarrollar una intensificación compensatoria de sus capacidades no lingüísticas, sobre todo la capacidad para "leer" las intenciones de los demás a partir de sus gestos faciales e inflexiones vocales: tienen un don para detectar cuándo la gente miente, por ejemplo.
El escritor canadiense descubrió un día que podía identificar las letras individualmente, si tenía un lápiz en la mano o dibujaba mentalmente el signo (lo entendía con la mano: sólo era capaz de "leer" al escribir). El profesor inglés de religión cuenta que cuando perdió la visión central y se quedó sólo con visión periférica descubrió cuánto la subvaloramos: lo que vemos con el rabillo del ojo es lo que vemos más distraídamente, pero es la visión periférica, "rodeando" nuestra visión central, lo que nos proporciona un contexto. Dice Hull que la identificación se basa en el conocimiento y la familiaridad se basa en el sentimiento. Y después se pregunta si la pérdida de imaginación visual no es un prerrequisito para el desarrollo pleno de los otros sentidos (Hull, como dije, es profesor de religión). Miro a mi
madre, que ha sido siempre muy religiosa, mientras digo esto. Ella está con la cara vuelta hacia la ventana, hacia la luz dorada de la tarde. Le digo que dice Hull que la ceguera lo acercó a la naturaleza (los sonidos, los olores, el tacto). Le digo que Hull tiene la costumbre de hacer preguntas cuando viaja, y que esas preguntas obligan al interlocutor a fijarse en cosas que había pasado por alto, lo obliga a ver mejor. El lenguaje sirve para ver, le digo a mi madre que dicen Hull y Oliver Sacks y el escritor
canadiense y la pianista húngara. Mi madre sonríe tristemente, gira la cabeza hacia mí y dice: "¿No se está haciendo ya la hora de irte, mi querido? No quiero que pierdas el ómnibus por mí".
Cuando Norman Mailer contestó el Cuestionario Proust, describió así cuál era su viaje favorito: "El de vuelta a casa. La visión desde el camino de las luces de mi casa de Provincetown". Yo vuelvo a casa cada vez que salgo de la residencia donde vive mi madre en Belgrano. Camino por esas calles arboladas
hasta el subte que me lleva a Retiro, donde espera el ómnibus que me trae de vuelta a Gesell. Esas calles arboladas son en cierto modo como la entrada a Gesell, el momento en que uno sale de la ruta por la rotonda, baja la velocidad, abre la ventanilla, siente que ya está en casa. Son hermosas esas callecitas de Belgrano. Sin embargo, no hay trayecto más triste para mí que ése, desde que salgo de la residencia donde vive mi madre hasta que el fárrago y el apretujamiento del subte me distraen misericordiosamente, a codazos.
Volver a casa. Eso quiere mi madre, eso queremos todos. Les deseo feliz año, les deseo que puedan volver a casa.
 
 
 
 
 
 
 
 
Habitaciones*

Habitaciones que se bifurcan,
que se multiplican y no terminan.
Que son distintas y son todas la misma.

Pasillos que no conducen ni extravían.
Helados muros que devuelven, indiferentes,
el eco angustiado de mi voz que te llama.

Y en el medio de todo
mis pasos, quietos, sin destino,
mi alma yacente, precipitada
en el abismo de tu ausencia.
 
-De Destierro
 
*De Sergio Borao Llopsbllop@gmail.com

 

 

 

LA FORMA MÁS CRUDA DE LA SOLEDAD*

 
 
 Lo cuenta Marabú, el joven de Senegal que vende relojes y cadenitas cargando con su valija por la ciudad.
Dice que entro en un bar casi desierto y que un hombre de barba candado lo invito a sentarse hablando en francés. Marabú habla francés y wólof. Apenas comprende lo elemental del español.
Le preguntó si había comido. Marabú, no tuvo vergüenza: le dijo que desde la mañana no había probado un bocado.
El hombre de la barba candado llamó al mozo, pidió un sanguche y una gaseosa para Marabú.
Y un café cortado para él.
Antonio, el mozo, avisó que ese día el bar cerraba temprano por ser fin de año.
El hombre, inmutable esperó que Marabú comiera tranquilo.
Mientras, se largo a monologar sobre la posibilidad de hablar y ser escuchado:

-Todos los años vengo a sentarme en esta mesa a la misma hora. No tengo respuestas. Sólo una profunda angustia.
-Entendeme Marabú: -Puedo hablar, pero no puedo expresarme con las palabras.
(....) y las palabras que tengo no pueden darle forma a lo que siento, a lo que me pasa.
(...) más de 53 años y no aprendí a liberar mi voz.
A veces pienso que es aun mucho peor.
Que no solo las palabras que dispongo no pueden expresar mis sentimientos, sino que además no están las personas adecuadas para escucharme.


Después el hombre quedó en silencio, siguió hundido en pensamientos que surgieron desde una historia imposible de imaginar para Marabú, que luego de una media hora se despidió agradeciendo el gesto.

-Que tengas un feliz año nuevo, le dijo el hombre de la barba candado.


-Pensé: Es posible que esta sea una de las formas más crudas de la soledad.


*De Urbano Powellurbanopowell@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
Los puentes*

De los puentes enterrados
sólo asoma
un herrumbre inmemorial.
Los visitadores se preguntan
por una ciudad sin transbordo
sin pasarelas
ni emociones
ni encuentros.
Ruidos ferrosos responden
desde el centro de la arcilla herida
con voces
de viejas estaciones de sembraduras.
Pero el intercambio no se produce.
Las terceras personas
intuyen que el subsuelo oculta algo
tal vez
un pasado que no conocieron.

Soterrado el pasado pontonero
de la memoria
las manos muertas de la piel
lograron
despoblar el vínculo
olvidado.
 
*De Juan Disante. disante.juan@gmail.com
Buenos Aires - Argentina
www.teoriasyalboroto.blogspot.com
 
 
 
Correo:
 
 
A mis compañeras y compañeros de sueños*
 
 
*Por Nechi Dorado.  nechi.dorado@gmail.com
(Mi deseo se extiende a mis compañeras y compañeros no sólo en  “mi patria” sino también en las patrias hermanas)


Este año que termina dejó cosas.
Dejó huellas, heridas, alegrías, tristezas y esperanza.
Dejó las  huellas  de los seres a los que pude tener cerca y se convirtieron en inolvidables, imprescindibles ¡Tan necesarios que deseo tener cerca para siempre! Y los atrapo en el alma, me vuelvo ¿”carcelera”? de amores y de afectos.
Dejó heridas, esas que aparecen de pronto pero que con el tiempo se convierten en cicatrices que habrán de recordarme siempre el dolor pasado. También recordarán que pude superarlo y eso es lo maravilloso.
Dejó alegrías por toda la gente hermosa que fui recogiendo en el camino, por su ternura y apoyo. Por estar y por ser.
Dejó tristezas porque algunos se fueron a destiempo ¡Vaya a saber por qué cosas que algunos llaman destino! Son los que se van pero nunca del todo. Simplemente pasan a engrosar el arcón de los recuerdos más lindos y quedan allí dando vueltas sin encontrar la puerta de salida.
Otros se fueron para siempre, algunos porque cumplieron su etapa y hubo de los que  partieron a destiempo, apresurados. ¡Vaya a saber, también, qué cosa cruel es la que decide cuando debemos irnos…!
Y no faltaron los que fueron arrancados, de prepo, sin lógica y sin excusa valedera.
¡Eran los insolentes, esos y esas a los que se les ocurrió soñar con otro mundo que es posible pero no les gusta a muchos!
A los adoradores de la muerte, sobre todo, que no aceptan que subviertan el esquema establecido aunque aniquile, aunque desangre, viole o torture.
El recuerdo tiene la propiedad de permitirnos dibujar sonrisas allí donde quedó una mueca.
El recuerdo hace que la muerte sufra su peor derrota.
Y el abandono también.
A todos esos seres que viven en mi corazón y seguirán latiendo hasta mi último respiro les digo GRACIAS.
A los otros también les digo gracias porque lograron de mí alguien más fuerte, totalmente convencida de que el camino elegido ha sido el que quiero y debo seguir transitando…
A todos y a todas mi deseo de un 2012 lleno de felicidad, de memoria para que no se vuelvan a repetir los errores, de compromiso para que el mundo alcance lo que no debió perder nunca: la JUSTICIA, la LIBERTAD, los CODIGOS hoy suplantados por algunos que vienen en “barras”.
Por un 2012 justo nos corresponde la tarea impostergable de despertar conciencias anquilosadas, repudiar lo imperdonable y sobre todo mantener viva la esperanza.
Esa que también nos deja el año que ya se aleja y nos toca acunar entre canciones de amor y resistencia…
*Nechi Dorado Argentina 
 
 
 
 
*
 
¡Hasta siempre, 2011!

Brindemos por los Indignados,
occupy's, manifestantes;
por los asesinados en cada plaza de la Libertad,
cada guerra imperialista,
cada tierra usurpada y río seco;
por todas las víctimas invisibles
y por las derribadas a flor de tierra y de llanto:
vidas sangradas, sangre sagrada.


¡Bienvenido, 2012!

¡Brindemos por los triunfantes
que derrocaron dictaduras,
que defendieron derechos,
que encarcelaron a asesinos,
que conquistaron libertades!

¡Salud, amor, coraje, conciencia
y tiempo para hacerlos realidad!
 
*De Eugenia Cabralecabral54@yahoo.com.ar
 
*
 
Inventren Próxima estación: Morea.
 
 
 -Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
 
 


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