martes, 2 de junio de 2015

HABLA LA CLASE, por Alberto Híjar Serrano

HABLA LA CLASE*
 
 Alberto Híjar Serrano
 
 
Bien dice Paulina Rubio cuando canta “nada de esto fue un error… los errores nos eligen para bien y para mal”. Dentro del error y el chiste está el trabajo no consciente e incontrolado del lenguaje y con él las motivaciones personales profundas. Las ideologías son lucha de clases en la comunicación, los usos y costumbres, las creencias, los cuerpos y los atuendos, los ritos y los mitos, las preferencias, los resabios y las abominaciones. Lo que parece natural no lo es, si no responde a la necesidad social de reproducir las relaciones de producción. El poder, sus réplicas y respuestas, se hace efectivo y cotidiano en la vida normal que en realidad está dominada por las necesidades de la clase social a la que se pertenece, por la que se trabaja, más acá de las voluntades personales. La ideología dominante es la de la clase dominante.
Los decires del presidente del Tribunal Nacional Electoral son los de la clase social a la que pertenece y a la que sirve. Sorprende el lenguaje coloquial soez con el que comenta al secretario ejecutivo Edmundo Jacobo el encuentro del 23 de abril donde Hipólito Arriaga Pote, autodenominado gobernador nacional indígena, le solicitó abogar por la Sexta Circunscripción para poder elegir representantes sin injerencia de los partidos políticos con reconocimiento y patrocinio económico de Estado. “No mames güey, nomas faltó que dijera aquí Toro Sentado, gran jefe chichimeca” y otras sutilezas quizá denunciantes del falso dirigente indígena, salieron de la boca del doctorado por la Universidad de Turín, nacido y crecido en casa de intelectuales universitarios distinguidos como la investigadora literaria Paola Vianello y el historiador Arnaldo Córdova fundador del PRD, diputado de los primeros de éste partido y analista preciso de cuestiones jurídico-políticas, dueño de la casa de junto para hacer lucir diversas ediciones en idiomas varios de El Capital  frente a sus amigos. Los méritos académicos no contradicen la identidad política de clase al defender a toda costa el Estado y con él y por él a la clase social a la que sirve. El sentido común repite a partir de los crímenes de Ayotzinapa la consigna “fue el Estado” que ha levantado solidaridad en todo el mundo.
Es la clase la que habla por medio de Lorenzo Córdoba Vianello en su telefonema del 19 de mayo. Es la clase la que orienta la indignación de los representantes de los partidos políticos en el INE contra la infiltración de teléfonos privados y no contra los decires racistas del presidente del INE y por la importancia de la ignorada Sexta Circunscripción. No en balde, recientemente se le cambió el calificativo de federal para sustituirlo por el de nacional como alusión al proyecto de nación excluyente y genocida de la clase en el poder.
Los decires de la clase dan lugar a los errores en el sentido de la freudiana Paulina Rubio. Mancera, Jefe de Gobierno del D.F. llamando Iztapalacra a Iztapalapa en un acto público en esta populosa delegación. La secretaria de Asuntos Indígenas sin poder pronunciar los nombres de comunidades de Puebla, como si fuera locutora de las televisoras y sus radiodifusoras. La clase habla en el asco contra los proles de la niña Peña durante el repudio de los 132 y más. Igual los escándalos de los mirreyes ymirreinas prepotentes e impunes. A la par, la detención de los padres de Ayotzinapa en la caseta de Alpuyeca, Morelos por considerarlos sospechosos, el trato del gobernador de Baja California a los jornaleros de San Quintín, en fin, el gesto triste de telenovela de Anahí en su papel de primera dama de Chiapas al entregar su esposo la limosna de un artefacto a una mujer pobre.
Los invisibles, despreciables y desechables para la clase en el poder aparecen y se les ratifica el desprecio histórico de los poderosos. En las calles y plazas donde piden caridad a viandantes que ni los ven ni los oyen. Salinas de Gortari, en enero de 1995, los llamó “rezago histórico”.  
 
22 mayo 2015


*Comentario compartido por Alicia Eguiluz de Antuñano,

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