SANTA CLAUS NO VA A Llegar
Mary-Tony
Jorgito no escuchó
hablar de Santa Claus, hasta que entró a la primaria, eso fue porque se
acercaba la navidad y sus compañeros andaban eufóricos pensando en los regalos
que pedirían en la noche buena, el
niño sólo sabía de los reyes magos por
algunos amiguitos, que el seis de enero corrían a enseñarles los juguetes que
éstos les traían. Jorgito provenía de una familia modesta, (que digo, modesta,
la verdad es que estaban bien jodidos) en donde no se acostumbraba celebrar las
fiestas por falta de recursos.
De
ocho años entró a la escuela, sólo; porque varios vecinos denunciaron a sus padres
alegando que al niño lo tenían trabajando desde pequeñito. Y es que el papá
decía que para la gente como ellos, era más importante saber agenciarse la
marmaja, que estudiar. Pensaron que pronto se fastidiaría de la escuela, pero no
fue así, Jorgito estaba encantado, sólo que ahora se acercaban las fiesta
decembrinas y oía a sus compañeros hablar de juguetes y regalos se sentía un
poco triste, le daba pena decir qué no conocía a “los Reyes Magos” y mucho menos a Santa Claus, pero decidió confiarse a quién desde el principio
demostró ser su amigo ; Gonzalo éste lo invitó a su casa a ver los anuncios en
la tele, para que lo conociera aunque fuera por televisión.
El
niño se sintió fascinado por esa figura barrigona vestida de rojo y de
bonachona sonrisa, pensó qué probablemente éste reyesote si pudiera traerle
alguna de las cosas que tanto deseaba. Pero donde encontrarlo; un día escuchó
un anuncio que circulaba por las calles.¡¡ La caravana Coca Cola pronto llegará a su
colonia, sus personajes navideños favoritos desfilarán ante ustedes, sin faltar desde luego Santa Claus!! Jorgito se quedó
alucinado, Santa Claus iba a venir a su barrio por fin lo conocería.
–Mamá,
mamá, entró gritando a su casa, va a venir Santa clos, va a venir Santa Clos.
–Qué
escándalo trae, chamaco baboso --replicó
su madre--, qué me importa a mí quien venga.
–Mamá
tienen que llevarme a ver a Santa clos, lo quiero conocer para pedirle regalos
de noche buena.
–Qué
bien chingas escuincle, no hay tiempo de ir a ver a tu Santa clos, yo y su padre tenemos que trabajar para que
tragues y vayas a la mentada escuela, así qué, saquése de aquí y deje de estar
jodiendo con pendejadas.
Él
niño se salió muy triste, ahora qué tenía la oportunidad de ver a Santa, sus
papás no lo llevarían. Al día siguiente preguntó a su amiguito.
–Fermín,
¿oíste ayer lo que andaban anunciando en la calle?
–Sí,
si los oí, va a venir el desfile de navidad, ¿vas a ir a verlo?
–No,
mis papás no quieren llevarme.
– A
mí si me van a llevar, te vienes conmigo. Al fin que va a estar cerca de tu
casa. Les digo a mis papás qué te dieron permiso de ir con nosotros ¿sale?
–¡Sale!
–Contestó Jorgito entusiasmado.
En
su casa no volvió a mencionar nada. El día del acontecimiento se salió sin que
se dieran cuenta y corrió a casa de su amigo. Como ya estaban listos se fueron
todos muy contentos, el más emocionado era Jorge. Los carros alegóricos estaban
profusamente adornados, la alegría de la gente y los gritos de contento de los
niños eran contagiosos y. aunque la impaciencia por ver a
Santa Claus lo
consumía, disfrutó el desfile. Cuando éste apareció el niño quedó alelado, era más imponente en persona.Y
creció su confianza de qué él, si le iba a hacer caso.
El
desfile llegó a su fin y Jorgito se escabulló hasta el carro de Santa, éste
bajó y echó a caminar, el niño también caminó detrás de él, tenía que hablarle,
ya que había la oportunidad. Afortunadamente el lugar donde se detuvo no estaba
lejos, entró a un trailer; que hacía las veces de camerino. Jorge se asomó por
una ventana esperando el momento propicio para entrar y vio a su héroe
quitándose el disfraz y la voluminosa barriga; después lo escuchó hablar.en voz
alta:
Carajo,
cómo me choca éste pinche disfraz.
Ni
modo, cuando menos mientras dura como bien.
Además,
los chamacos tarugos me caen re,gordosY todavía me falta ir a La Alameda
a retratarme con los niños y tomar nota de lo que quieren que les traiga. Dijo
con tono burlón.
Escuincles
babosos, se creen todo lo que uno les dice.
Si
Jorgito sintió desilusión cuando el hombre se despojó del disfraz: ahora su
decepción era enorme, Santa Claus no existía; sólo se trataba de un hombre qué
se vestía de rojo y que ni siquiera quería a los niños.
Él
chiquillo se dirigió a su casa, tardaría un buen rato en llegar y supo lo que
le esperaba, nada importante, después de lo qué descubrió. Al entrar; le
llovieron los manazos y los insultos por todas partes.
–¡¿Dónde
andaba, escuincle cabrón?! Ya íbamos a llamar a locatel. Vas a ver como te va
en cuanto tu padre regrese de buscarte.
–Pues
como ustedes no me quisieron llevar a ver a Santa clos, yo me fui a verlo con
mi amigo Fermín.
–¡¿Ah
sí?! ¿Le fuiste a pedir juguetes? Pues ahora, ¡menos va a llegar y no te va a
traer nada!
–¡Ya
sé qué no va llegar! –Replicó Jorgito furioso– No va a llegar, ¡porque no
existe! ¡Sólo es un pinche guey disfrazado!
La madre lo miró asombrada por esa violenta
reacción. El niño se tiró en su cama y ya cerca del sueño pensó. Yo les voy a seguir insistiendo a los Santos
Reyes… chance y éste año sí me traen mis
No hay comentarios:
Publicar un comentario