martes, 11 de diciembre de 2012

Santa Claus no va a llegar, por Mary Tony


SANTA CLAUS NO VA A Llegar
Mary-Tony

Jorgito no escuchó hablar de Santa Claus, hasta que entró a la primaria, eso fue porque se acercaba la navidad y sus compañeros andaban eufóricos pensando en los regalos que pedirían en la noche buena, el niño sólo sabía de los reyes magos por algunos amiguitos, que el seis de enero corrían a enseñarles los juguetes que éstos les traían. Jorgito provenía de una familia modesta, (que digo, modesta, la verdad es que estaban bien jodidos) en donde no se acostumbraba celebrar las fiestas por falta de recursos.
De ocho años entró a la escuela, sólo; porque  varios vecinos denunciaron a sus padres alegando que al niño lo tenían trabajando desde pequeñito. Y es que el papá decía que para la gente como ellos, era más importante saber agenciarse la marmaja, que estudiar. Pensaron que pronto se fastidiaría de la escuela, pero no fue así, Jorgito estaba encantado, sólo que ahora se acercaban las fiesta decembrinas y oía a sus compañeros hablar de juguetes y regalos se sentía un poco triste, le daba pena decir qué no conocía a “los Reyes Magos” y mucho menos a Santa Claus, pero decidió confiarse a quién desde el principio demostró ser su amigo ; Gonzalo éste lo invitó a su casa a ver los anuncios en la tele, para que lo conociera aunque fuera por televisión.
El niño se sintió fascinado por esa figura barrigona vestida de rojo y de bonachona sonrisa, pensó qué probablemente éste reyesote si pudiera traerle alguna de las cosas que tanto deseaba. Pero donde encontrarlo; un día escuchó un anuncio que circulaba por las calles.¡¡ La caravana Coca Cola pronto llegará a su colonia, sus personajes navideños favoritos desfilarán ante ustedes, sin faltar desde luego Santa Claus!! Jorgito se quedó alucinado, Santa Claus iba a venir a su barrio por fin lo conocería.
–Mamá, mamá, entró gritando a su casa, va a venir Santa clos, va a venir Santa Clos.
–Qué escándalo trae, chamaco baboso  --replicó su madre--, qué me importa a mí quien venga.
–Mamá tienen que llevarme a ver a Santa clos, lo quiero conocer para pedirle regalos de noche buena.
–Qué bien chingas escuincle, no hay tiempo de ir a ver a tu Santa clos,  yo y su padre tenemos que trabajar para que tragues y vayas a la mentada escuela, así qué, saquése de aquí y deje de estar jodiendo con pendejadas.
Él niño se salió muy triste, ahora qué tenía la oportunidad de ver a Santa, sus papás no lo llevarían. Al día siguiente preguntó a su amiguito.
–Fermín, ¿oíste ayer lo que andaban anunciando en la calle?
–Sí, si los oí, va a venir el desfile de navidad, ¿vas a ir a verlo?
–No, mis papás no quieren llevarme.
– A mí si me van a llevar, te vienes conmigo. Al fin que va a estar cerca de tu casa. Les digo a mis papás qué te dieron permiso de ir con nosotros ¿sale?
–¡Sale! –Contestó Jorgito entusiasmado.
En su casa no volvió a mencionar nada. El día del acontecimiento se salió sin que se dieran cuenta y corrió a casa de su amigo. Como ya estaban listos se fueron todos muy contentos, el más emocionado era Jorge. Los carros alegóricos estaban profusamente adornados, la alegría de la gente y los gritos de contento de los niños eran contagiosos y. aunque la impaciencia por ver a

Santa Claus lo consumía, disfrutó el desfile. Cuando éste apareció el niño  quedó alelado, era más imponente en persona.Y creció su confianza de qué él, si le iba a hacer caso.
El desfile llegó a su fin y Jorgito se escabulló hasta el carro de Santa, éste bajó y echó a caminar, el niño también caminó detrás de él, tenía que hablarle, ya que había la oportunidad. Afortunadamente el lugar donde se detuvo no estaba lejos, entró a un trailer; que hacía las veces de camerino. Jorge se asomó por una ventana esperando el momento propicio para entrar y vio a su héroe quitándose el disfraz y la voluminosa barriga; después lo escuchó hablar.en voz alta:
Carajo, cómo me choca éste pinche disfraz.
Ni modo, cuando menos mientras dura como bien.
Además, los chamacos tarugos me caen re,gordosY todavía me falta ir a La Alameda a retratarme con los niños y tomar nota de lo que quieren que les traiga. Dijo con tono burlón.
Escuincles babosos, se creen todo lo que uno les dice.
Si Jorgito sintió desilusión cuando el hombre se despojó del disfraz: ahora su decepción era enorme, Santa Claus no existía; sólo se trataba de un hombre qué se vestía de rojo y que ni siquiera quería a los niños.
Él chiquillo se dirigió a su casa, tardaría un buen rato en llegar y supo lo que le esperaba, nada importante, después de lo qué descubrió. Al entrar; le llovieron los manazos y los insultos por todas partes.
–¡¿Dónde andaba, escuincle cabrón?! Ya íbamos a llamar a locatel. Vas a ver como te va en cuanto tu padre regrese de buscarte.
–Pues como ustedes no me quisieron llevar a ver a Santa clos, yo me fui a verlo con mi amigo Fermín.
–¡¿Ah sí?! ¿Le fuiste a pedir juguetes? Pues ahora, ¡menos va a llegar y no te va a traer nada!
–¡Ya sé qué no va llegar! –Replicó Jorgito furioso– No va a llegar, ¡porque no existe! ¡Sólo es un pinche guey disfrazado!
La madre lo miró asombrada por esa violenta reacción. El niño se tiró en su cama y ya cerca del sueño pensó. Yo les voy a seguir insistiendo a los Santos Reyes…  chance y éste año sí me traen mis 

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