lunes, 20 de febrero de 2012

Resaca carnavalera


Resaca carnavalera[1]
Jenny Ybarnegaray Ortiz (*)

De estos carnavales, si algo quedará grabado en mi memoria por mucho tiempo será el grotesco, denigrante y vergonzoso espectáculo que dio la ministra Nardi Suxo en la plaza Murillo. Ahí apareció, acompañada de sus subalternos y subalternas, cantando coplas sexistas a sus jefes sin siquiera sonrojarse, coplas que luego provocaron la “réplica” del “Número Uno”, con otras no menos vulgares y machistas. En el vídeo subido a la web por el canal oficial se observa ahí mismo la presencia de ministras, presidentas de las cámaras, diputadas y senadoras desternillándose de risa frente a una plaza colmada de gente que compartía la algarabía como si de gran derroche de imaginación se tratara.
Nula vergüenza ante alusiones a sus prendas íntimas, risas cómplices y condescendientes frente a agresiones verbales directas adosadas de “picaresco” lenguaje que pone al descubierto la sexualidad reprimida de las unas y los otros ¿En qué cabeza de mujer cabe tanto dispendio de auto-denigración? “Este presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón”, cantaba la ministra a voz en cuello, “nuestro presidente muy pícaro es, sólo quiere una y se come a tres”, “Bartolinas Sisa tienen mucha fama, por eso va Evo directo a la cama”, “Ay, la Jesiquita muy solita está, porque el Alvarito cambió de canal”. ¿Qué se podía esperar de semejantes provocaciones si no las mismas connotaciones sexuales cargadas de prosaico machismo?
A estas alturas de la historia, casi todo tiene nombre, y ese comportamiento también lo tiene: "feminidad patriarcal" se denomina, hacer lo que ellos quieren, quedar bien, llegar al poder sin cuerpo, es lo que significa, agradar a la masculinidad para ser mirada y querida por ésta es lo típico. Vemos lo más burdo y grosero pero se repite a cada rato con mil cosas, por ejemplo, cuando una esposa le da la mejor presa de carne o el mejor plato a su marido también está desplegando una pedagogía del machismo que forma la idea básica en que se mueve todo esto. La única diferencia, es que eso sucede en la intimidad de los hogares donde nadie más tiene cabida, en cambio, este espectáculo se produjo en la plaza del gobierno ante niñas y niños que poco habrán comprendido sobre el “doble sentido” de semejantes vulgaridades, pero algo les habrá quedado como “educación de los adultos”.
Y esta es la gente que habla con tanto desparpajo de “despatriarcalización”, sin entender siquiera una letra de lo que podría eso significar, esta es la gente en cuyas manos está el diseño y ejecución de políticas públicas orientadas a efectivizar la carta de derechos humanos de las mujeres reconocidos en la Constitución Política del Estado, esta es la gente en quien el pueblo ha confiado “el cambio”. Si en lo más íntimo de sus seres radica y se reproduce cotidianamente tan pobre visión de las relaciones entre mujeres y hombres ¿qué “cambio” están en condiciones de ofrecer?
Sin duda, la crónica roja post-carnavalera recogerá las consecuencias de esta pedagogía del machismo con toda su crudeza: intoxicación alcohólica acompañada de violaciones y feminicidios, violencia intrafamiliar, embarazos indeseados y abortos mal practicados, elevación de incidencias en infecciones de transmisión sexual y VIH-SIDA, infancia abandonada, y un largo etcétera del que esas mismas personas quizás se lamentarán sin encontrar explicaciones de  lo que sucede y de lo que ni siquiera asumirán un milímetro de responsabilidad, porque ellas y ellos “sólo se estaban divirtiendo”.
(*) Psicóloga social, feminista y militante por los derechos de las mujeres.
[1]  Este artículo recupera ideas y conceptos de un diálogo sostenido con Ximena Bedregal en “domingo de carnaval”.


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