lunes, 2 de enero de 2012

21 de diciembre del 2012


21 de diciembre del 2012


Entonces el año se volvió lúbrico.
Desde los primeros minutos dejó a todos satisfechos. El viejo adagio de “Has el amor y no la guerra” se instaló en cada casa, hotel, lugar de trabajo y hasta en los sitios públicos. Las calles de México y del mundo se vieron calmadas y los únicos quejidos, todos productos de amor, inundaron el aire como una sinfonía sin precedentes. Cada criminal depuso las armas y buscó en su viejo directorio el amor en la H y en Ñ, ya ven cómo es su escasa cultura, un posible amor que le sacara el odio del cuerpo. Los políticos, hombres políticos dentro de sus parejas, y mujeres políticas rodeando a su amante, pensaron en el mejor modo de instaurar las condiciones para el amor. Y la réplica de buenos deseos, igual que una de terremoto, se expandió en todos los confines de la tierra, de ese modo, el carpintero decidió que trabajaría con pulcritud, pasión y amor como método para seguir amando. La marea de lubricidad baño al mecánico, al albañil, al policía y cada persona a su paso.
Apenas estábamos conscientes de cómo mejorábamos día con día. La infidelidad dejó de existir pues el hecho de dos cuerpos juntos, no importando lo demás, provocaba en sí mismo amores tangibles que arrollan las calamidades.
Digamos que para marzo éramos la raza que siempre debimos ser. Por las mañanas todos le cedíamos el asiento al más necesitado, saludábamos y ayudábamos. Nadie pedía limosnas pues nadie tenía hambre, se acabaron los robos pues con el estómago lleno todo lo demás es vanidad, los malos gobiernos cayeron por los mismos que detentaban el poder, las armas se oxidaron porque… ¿quién carajos preferiría limpiar un fusil que cojer, follar, meter y sacar?
Claro, todo con protección. Tanto se había elevado el nivel de consciencia colectiva que todos y cada uno nos preocupábamos por la sobrepoblación, por el medio ambiente y hasta por el vecino. El resto del año fue de mejoras constantes. No había más basura en las calles, ni baches, ni enojos, ¿quién carajos haría estupideces en lugar de cojer, follar, meter y sacar, chupar, besar?
Pero para diciembre todo nos parecía poco. Así que los deseos para el próximo año fueron mayores. Al fin la raza humana lo había conseguido: amor a toda costa. Y sí, para el 21 de diciembre del 2012 pasó lo que tenía que pasar: se acabó el mundo actual.
El horizonte, por primera vez, se vio como un concierto de arpas, además de apreciarse como un objetivo alcanzable.
Salud, éxitos, abundancia, sexo, amor, felicidad ¿Acaso esto no bastará para cambiar al mundo?

Foto y texto: Éric Marváz

Eric Marváz 


   
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