Llevas al demonio
en cada letra de tu nombre,
en los ojos,
entre las cejas,
en la voz.
Dejas la guarida
arrastrándote entre los sepulcros
de los poetas del mundo
para encontrarme
cargada de flores
y con las luces de un arcoíris
desbordando mi ombligo
No exageres,
deja de lloriquear,
pues el único fin
debe ser domar mi cuerpo
conjurando las piedras del camino,
abrir las fauces cercanas
a tu vientre
y dejar escapar
el rugir de los eclipses
en el fondo del paraíso
Niégame tres, mil veces
las llaves del reino del infierno.
No me mires
no me beses
suelta mi mano
deja tu canto de borracho
en la banqueta
y la sonrisa de sicópata
colgada en la próxima puerta
No hay comentarios:
Publicar un comentario