Una lágrima
Por ERA
Una tarde
cualquiera de mi vida, después de terminar con la faena de comer con mi familia
y hasta de dormir la siesta reparadora de la común desmañanada que
la atención a mi chinampa me obligaba, me decidí a comenzar la fiesta, que
eventualmente con mis amigos de cantina, en el dominó y los tragos como
apuesta, se había convertido en una singular rutina.
Caminando
por la empolvada calle, pasé por un costado de la iglesia de
Xaltocan no sé porque cambié el rumbo y de penitencia me introduje
al templo, de pasadita una oración y persignada, aunque no sea
domingo siempre será bueno.
Me quedé
sentado un momento sobre la fría y enorme banca realizando un inútil intento por
recordar una oración que mi madre de niño me enseñara.
De pronto
descubrí al píe de la escalinata, sentada frente a la imagen
peregrina de la virgen de los Dolores, una figura de mujer pálida y
bastante delgada con dos pequeños que dormitaban, sobre su amoroso regazo.
Entre
sollozos la escuché que musitaba:
Le pido
por favor que me haga caso,ya no puedo más, esto que me pasa es insoportable; mi
hijos se mueren, sus míseras ropas no tapan su frío,el hambre marchita sus
cuerpecitos.
Después
que mi viejo se fue de la casa, disque de brasero a traer la plata, y con los
años no regresara, yo por mi parte le di duro a la lavada ajena, pero mis manos
se hirieron y se me infectaron y al verlas tan feas no me dan trabajo y los
de mi familia me dieron la espalda, me echaron fuera de mi humilde casa disque
tienen miedo de contaminarse, pero si lo hicieron, fue para quedarse con esa
casita, que me dejó mi tata, y como no tengo quien me defienda y quien me ayude
vine a buscarle, porque sé que como madre en suplicio me entiende y a lo mejor
y me concedes milagro para mi causa.
Reflexionando
le habló: ¡Pero cómo me atrevo a ser de veras tan ingrata¡ cuando tienes
tanto que atender, cuántos de tus hijos sufren peores hambres que lo míos,
cuántos están muriendo de frío y sed, pero debes comprender, aunque estés
muy ocupada, que es tanto mí padecer y que para mí no hay jornada más
que para limosnear un mendrugo o un poco de agua y al ver sufrir a mis
hijos humildemente he venido a molestarle a su casa.
La mujer
se puso en pie, de pronto, vi como en lo alto, una luz blanca y hermosa Iluminó
el rostro inmaculado de la virgen dolorosa, una lágrima sagrada de
sus ojos fue surgiendo, ante mi incrédula mirada.
La mujer
sonrío, ella tenía las lágrimas de la virgen en su cara, y
agradecida le dijo: !Gracias virgencita¡ !mil gracias por escucharme¡
sé que de
hoy en adelante ya nos cambiará la suerte, vamos hijos denle las gracias a la
virgencita.
Ellos no
comprendían a su madre pero yo si le entendí.
Ahora vive
en mi casa, sus hijos son los hermanos de mis hijos, sus manos han sanado, ella
ayuda en los quehaceres a mi esposa y tienen un rincón para vivir, quien
iba a imaginar tal cosa, que esa tarde que falté a mi rutina, a
mis amigos, a los tragos de cantina presenciaría de la imagen un milagro que de
profunda alegría me ha llenado, y a veces pienso… a cuántos
podríamos dar y no les damos.
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