domingo, 27 de noviembre de 2011

LOS DESESPERADOS SOÑADORES DE GALAXIAS ENTRELAZADAS...


 
*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu
 
 
 
 
Lluvia*

Ella hundió sus pies sobre la calle inundada
Con rabia y desconfiada caminó por la vereda
Se sentía sola, enojada y estafada por la fuerza del aguacero
En ese instante había perdido la insensatez de la poesía
Atascada por el viento de sus oscurecidos pensamientos
Y la preocupación de arruinarse sus zapatos
Empantanada por la superficialidad del acontecimiento
Blasfemó contra la diosa de la tormenta.

Más tarde lejos de de continuar en la desdicha
Sonrió entre dientes a la aventura
Sus pisadas cambiaron de canal,
Sus pies y sus zapatos se impregnaron de imprudencia
Y el juego y la sorpresa reciclaron  al agua retenida.-
 
21/11/11
 
 
 
 
 
LOS DESESPERADOS SOÑADORES DE GALAXIAS ENTRELAZADAS...
 
 
 
 
 
¿Adónde irás?*
¿Adónde irás, pequeño
ángel mendigo de sol y de silencio?
¿Acaso han de juzgarte las estrellas
por haber merendado sonrisas de oreja a oreja
de simpáticos vendedores a comisión
de sepulcros llameantes metalizados en gris?
¿Quién te buscará entre las paginas amarillentas
de un polvoriento libro de poemas?
¿Qué será de tus juegos infantiles
archivados en la noche de los tiempos?
¿Adónde irás cuando el sol te abandone
y te arrebaten el silencio que te acompaña?
¿Adónde con tu soledad de vampiro?
¿Dónde sepultarán tus trenzas imaginarias
de astronauta abandonado entre las flores?

Tu expresión conspirante de una juventud negada,
la huella imperdonable del trabajo,
el polvo y el sudor y el esfuerzo rutinarios,
la sonrisa triste de tus labios resquebrajados,
¿Adónde irán? ¿Adónde
desesperadamente viejos y cansados
nos conducirás cuando tus manos encallecidas
no puedan ya elevarse sobre nuestras cabezas
y tu voz oscurecida no pueda ser escuchada
ni aun por aquellos escasos oídos que en la tarde
se postraban ante tus vírgenes quimeras
haciendo del espacio un bosque fiero
donde escapar contigo del asfalto?

¿Quién besará tus labios más allá de la noche?

Antes serás demonio sobre el sueño
pero cada despedida es una paletada de tierra
y crepúsculos tormentosos se ciernen amenazantes
sobre nosotros los desesperados
soñadores de galaxias entrelazadas.
 
 
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
De La estrecha senda inexcusable
 
 
 
 
El señor de la luz*
Ingenuo entre las porcelanas
De sus dorados pétalos
Gira, mira tripula
En la calida seducción
Busca el abrazo de la amistad
Rueda, da vueltas  hacia la confluencia
Del amor, del dejarse ir
Por la campiña y el atardecer
Da  vueltas, piruetas
Persiguiendo  al  maravilloso astro rey
Sus pupilas rubias, ambarinas
Persiguen la honradez
De la  luminosidad. -
 
 
 
 
 
 
PARA NO OLVIDAR...
 
 
 
La expulsión de los mendigos*   

HIGHLAND PARK, N. J.
Pocas, entre las incontables tiranías que padeció América latina durante los últimos cien años, han dejado una estela tan fértil de leyendas como la de Juan Vicente Gómez, que gobernó Venezuela desde 1908 hasta su muerte, en 1935. Las dictaduras estimulan el miedo, la desconfianza, el silencio. Y, al clausurar todos los caminos por los que se expresa la inteligencia, también desatan la imaginación.
Entre esas leyendas hay una que oí repetir hasta el cansancio cuando viví en Caracas. Poco antes de morir de vejez -como casi todos los tiranos-, Gómez habría recibido la noticia de que el papa Pío XI viajaría para conocerlo. Cuando se le dijo que la llegada del pontífice era inminente, reunió a todos los mendigos y locos que vagaban por las ciudades, los encerró en un barco mercante y, luego de dejarles comida y alcohol para una semana, lanzó el barco hacia alta mar, donde se perdió para siempre.
Mucha gente creía en esa historia y hasta a mí me pareció probable. Con el tiempo, sin embargo, supe que Gómez era avaro, y que jamás hubiera dilapidado dinero en seres humanos a los que, si se le daba la gana, podía sacrificar con tanta desaprensión como a sus adversarios. La realidad termina siempre, de todos modos, copiando la imaginación. Cuando Pablo VI llegó a Bogotá, el 22 de agosto de 1968, no vio las bandadas de gamines huérfanos que formaban entonces (tanto como ahora) parte del paisaje de la ciudad, ni tampoco mendigos y prostitutas. No los vio, porque una orden imprecisa que, al parecer, provenía del alcalde, acabó con todos ellos encerrados en una escuela pública por tres días, hasta que el Papa se marchó.
Más inverosímil es todavía lo que les sucedió el 14 de julio de 1977 a los mendigos de mi ciudad natal, San Miguel de Tucumán. Hace mucho oí unos pocos detalles del episodio pero no encontré a nadie que supiera contarlo, hasta que a fines de 2003 el historiador Eduardo Rosenzvaig me hizo llegar precisiones tan delirantes que estarían fuera de lugar en las novelas.
Sucedió poco antes o poco después de una visita protocolar a Tucumán del presidente de facto Jorge Rafael Videla. El gobernador militar de la provincia era Antonio Domingo Bussi, un maniático de la limpieza y un feroz exterminador de disidentes que en 1995 recuperaría la gobernación gracias a una campaña electoral basada en su habilidad para barrer las calles. A fines de 2003 debía asumir la intendencia de la capital provincial, ganada por diecisiete votos en una puja contra el hijo de una de sus víctimas, pero la justicia no se lo permitió, porque es sospechoso de la desaparición de personas y de ocultar una cuenta en Suiza. Le dictaron prisión preventiva y lo confinaron -por su edad y por salud- en la casa de una hija.
Fuese o no para impresionar a Videla, el pequeño tirano Bussi impartió aquel invierno de 1977 la orden de recoger a todos los mendigos de Tucumán en un camión militar y arrojarlos en los descampados de Catamarca. A cualquiera que conozca la desolación de esos parajes le asombrará la crueldad de la idea. En la región limítrofe entre las dos provincias hay sólo unos pocos árboles espinosos y enclenques. Los animales no se aventuran. Apenas oscurece, el aire se torna duro y helado -sobre todo en julio-, y durante el día cae un sol de muerte del que no hay cómo protegerse. Se puede andar veinte, treinta kilómetros por ese páramo sin encontrar un alma.
Fue allí, en medio del desierto, donde los esbirros de Bussi desembarcaron a los mendigos. Eran quince o veinte, ya nadie lo sabe. Conocí a algunos de ellos durante la adolescencia, y pasé horas hablando con dos, al menos -el Loco Vera y Pachequito-, porque uno sabía canciones de las que ya nadie se acordaba, y el otro decía haber asistido al Juicio Universal, como el místico sueco Emanuel Swedenborg. Allí había aprendido quiénes eran los buenos y los malos de este mundo.
Todos eran inofensivos y, aunque vivían de la mendicidad, pagaban lo poco que recibían con una moneda más valiosa que la de los bancos. El Loco Vera acompañaba sus canciones con una escoba que hacía las veces de guitarra. Jeff usaba un antifaz de papel de diario, detrás del cual se ocultaba la Poesía -tal era su explicación-, mientras escribía en las paredes poemas de los que uno, al menos, ha sobrevivido: "¿Qué se gasta más, las ruedas de los autos o el pavimento?". El Loco Aplauso celebraba las dádivas batiendo palmas alrededor de la plaza principal. El Loco Margarito llamaba "ingeniero" a todos los que pasaban, iluminando las tardes de los pobres empleaditos que habían querido ser doctores, o arquitectos. El Loco Perón arrojaba baldosas al aire y las recibía con la cabeza, partiéndolas, al grito de "¡Perón, Perón!". Pachequito se paseaba por los bares arrastrando una pierna infectada, que se negaba a curar porque allí vivían, según él, los ángeles que podían confirmar su asistencia al Juicio Universal.
A casi todos ellos se los tragó el infierno del desierto. Uno de los seis o siete que sobrevivieron contó que Pachequito enloqueció de sed y murió al internarse en el Salar de Pipanaco, veinte kilómetros al sur de donde lo habían abandonado, confundiendo la blancura candente de la sal con las aguas del paraíso terrestre. Otros aparecieron un día cerca de Los Varela, en una ruta de camiones, tan desarrapados y agonizantes que, cuando los llevaron a un hospital, nadie pensó que tuvieran aliento para contar lo que les había pasado.
Una versión más compasiva supone que el gobernador militar de Catamarca, indignado por la basura que el tiranuelo de Tucumán había vertido en su territorio, le envió una protesta oficial, a la que Bussi correspondió ordenando que los mendigos fueran llevados de vuelta por el mismo camión donde habían empezado sus martirios.
Rosenzvaig me dijo que en un libro fotográfico titulado Tucumán-Argentina. Cuna de la Independencia. Sepulcro de la subversión 1975-1977 , publicado poco después de la expulsión de los mendigos, hay un capítulo identificando a los locos con los guerrilleros e indicando que, como en la Edad Media, ni a los unos ni a los otros debía concedérseles la gracia de enterrarlos en lugares santos. Poco antes, un grupo de madres desesperadas había comenzado a dar vueltas, los jueves, en torno de la pirámide de Mayo, llevando carteles que preguntaban por sus hijos desaparecidos. La propaganda oficial, se sabe, las llamó "locas".
Más atinado es ver en esos gestos de los dictadores una insensata envidia del poder de Dios. Juan Vicente Gómez puso esa situación muy en claro cuando escribió, en 1911, "De mí cuida Dios. Yo cuido de la patria y de Dios". Bussi debió de sentir algo semejante en sus exterminios de 1977. Más modesto, Pachequito, que había tenido el privilegio de asistir al Juicio Universal, guardó absoluto silencio cuando se internó en el Salar de Pipanaco para beber las aguas del paraíso. .
 
*Por Tomás Eloy Martínez Para LA NACION
*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/562474-la-expulsion-de-los-mendigos
 
-Enviado para compartir por Maria Bar. mariabarleiva@yahoo.es   "Antonio Bussi falleció esta tarde. En éste día -al menos yo- no me voy a alegrar, ni festejar. Sí quiero evocar a Tomás Eloy Martínez, (tucumano también) y comparto con Uds. este escrito que escribiera en relación a la expulsión de los mendigos, a modo de sostener viva la memoria de quien fue este feroz represor"
 
 
 
 
 
 
 
Estación tren fantasma*

 
 
Me compraron boletos
Y me llevaron sin mi autorización
Al  tren fantasma
Es un pasadizo oscuro, de hollines
Y aunque con los ojos bien abiertos
Y preparada a la sorpresa
En cada paraje aparece
Algún personaje de terror
Para llevarme, robarme…
La muerte con su hoz amenazante
Murciélagos que revolotean
Sobre mi cabeza...
Yo, hundida en el vagón
Empequeñecida
Entre sueños y pesadillas
No puedo salirme de allí
Estoy atada amarrada paralizada.
De repente sale del aire
Un esqueleto riéndose estrepitoso
Moviéndose desarticuladamente
Y envolviéndome con telas de araña.
Espero que termine pronto
Esta travesía y ojala no vuelva a repetirse
 
 
 
 
 
 
 
 
Hablemos en africano*
 


*Por Juan Forn
Cuando le dijeron al venerable Count Basie que un tema suyo ("Rock-a-Bye Basie") venía de un riff de Dizzy Gillespie titulado "Dizzy Crawl", Basie contestó: "Pues así será, porque Dizzy no va por ahí atribuyéndose lo que no es de él. En mi opinión, el 70 por ciento del jazz actual es obra suya, así
que es más que probable que 'Rock-a-Bye Basie' también sea de él".
Pero hay un malentendido en la mitología del jazz que hace de Dizzy Gillespie un satélite de Charlie Parker: el partenaire del genio, el trompetista loco que necesitaba Parker para aventurarse más lejos, el dínamo payasesco e incansable que podía seguirle el tren como nadie y forzarlo a ir a fondo. Dicen los músicos que tocaron con los dos que Parker podía tocar pero no explicar lo que hacía (la famosa frase que le adjudicó Cortázar: "Esto lo estoy tocando mañana"); Dizzy, en cambio, no sólo te lo tocaba diez
veces con su trompeta, sino que después se sentaba con tu instrumento y te mostraba cómo hacerlo: con Parker sólo se podía ser espectador, a lo sumo acompañante; Dizzy te hacía socio inmediato de sus hallazgos. Gillespie estaba obsesionado por la comunicación entre los músicos negros. Se pasó la vida repitiendo que en las plantaciones del Sur, cuando descubrían que dos esclavos hablaban en la misma lengua, vendían a uno de ellos. También les tenían prohibidos los tambores, porque eran un medio para comunicarse a la distancia. Cuando les arrebataron su lengua y sus tambores y los mandaron a la iglesia, a los negros sólo les quedó la voz y las palmas para expresar el ritmo que llevaban en la sangre. Por eso la música negra norteamericana había evolucionado monorrítmicamente. Y, cuando Dizzy y Parker inventaron el bebop, necesitaban expandir la base rítmica para llegar adonde se proponían.
Así entra Chano Pozo en esta historia. Es el año 1947 y Dizzy está armando una big band, convencido de que no alcanza un quinteto para tocar bebop a fondo. La banda está enteramente compuesta de músicos negros y Dizzy le suma un cubano recién llegado a Nueva York que toca la conga como un demonio pero
no lee música y no habla una palabra de inglés. El resto de los músicos piensa que es una joda de Dizzy cuando éste les dice que se comuniquen "en africano" con Chano, como hace él. Chano era un negro malandra que venía de un barrio bravo de La Habana llamado El Africa. Con sus tambores incendiarios y sus sones en lengua abakuá se había convertido en el rey de las comparsas habaneras (su "Conga de los Dandys" era el himno del Carnaval), pero no lo dejaban grabar su música, por negro y por malandra, así que después de un oscuro episodio en que reclamó autoría por una conga y recibió un balazo que aún tenía alojado en la espalda, se fue a Nueva York y aterrizó como un meteorito en la big band de Dizzy.
Max Roach, uno de los legendarios bateristas de aquella banda, cuenta que la sección rítmica estaba enloqueciendo tratando de acoplar al nuevo integrante hasta que Chano llegó un día al ensayo y repartió tambores y cencerros a toda la banda y dio a cada músico un ritmo distinto y les mostró cómo podían
entrelazarse, y los puso a hacer lo mismo con las voces, como si fueran instrumentos, y cuando llegó Dizzy le dijo que había compuesto un tema o dos. Eran "Manteca" y "Cubana Be, Cubana Bop", que le volaron la cabeza al público cuando los estrenaron en el Carnegie Hall y serían los mayores
éxitos de la carrera de Gillespie.
La big band de Dizzy partió a Europa. El trayecto, en barco, fue accidentado (hubo tormenta todo el viaje, los únicos que subían a desayunar era Chano y Dizzy, que se devoraban los diecisiete desayunos servidos) y el comienzo de gira también (el empresario sueco era tan poco confiable que Chano se echaba a dormir en la puerta de su habitación cada noche para que no se escapara con la recaudación), pero tuvieron aún más éxito que en Nueva York. Los suecos no querían dejarlos ir, los dinamarqueses y los belgas tampoco, los ingleses les rogaron que hicieran una parada en Londres y los franceses quedaron tan enloquecidos con Chano (el mismísimo Django Reinhardt estuvo en el concierto de la Salle Pleyel y dijo que nunca había oído algo igual) que le ofrecieron una cátedra de percusión para convencerlo de que se quedara a vivir en París (Chano no quiso saber nada; el baterista Kenny Clarke aceptó el convite en su lugar). La repercusión fue tan grande que, al volver, les ofrecieron una gira por todo el sur norteamericano, coronada con una serie de conciertos en California. Pero Chano no llegó nunca a California. En mitad de la gira le robaron las congas, volvió a Nueva York a agenciarse otras (y un poco de heroína) y, en la noche del 3 de diciembre de 1948, víspera de Santa Bárbara, fecha que en Cuba se tapizaban los altares de rojo y los tambores convocaban al guerrero Changó, Chano entró al Rio Lounge de Spanish Harlem, depositó una moneda en la victrola y se puso a danzar al explosivo ritmo de "Manteca" (su manera de honrar a Santa Bárbara y Changó), cuando un hombre apodado El Cabito Muñoz, a quien su participación en la guerra había dejado medio psicótico, le vació el cargador de su pistola en el pecho. Minutos antes, en la calle, Chano le había reclamado al Cabito, a su manera matona, quince dólares de heroína que le debía hacía meses. En la morgue, cuando le sacaron los zapatos al cadáver, encontraron en ellos heroína por valor de cien dólares y mil quinientos dólares más en billetes
de cien, cobrados esa misma tarde por las regalías de "Manteca".
Veinticinco años más tarde, Gillespie estaba en un programa de radio en su honor y pusieron el tema "Swing Low, Sweet Cadillac". Dizzy se puso a elogiar las congas que sonaban y a explicar que ése era el sonido irrepetible del gran Chano Pozo, cuando el locutor comentó tímidamente que en la ficha del disco decía que era Dizzy quien tocaba las congas. Gillespie se quebró y entre sollozos dijo al aire: "Perdóname, perdóname, Chano, tú que estás ahí arriba entre las altas instancias". Pero no lo dijo en inglés: lo dijo en africano, de manera que los únicos que supieron qué estaba diciendo Dizzy fueron los viejos miembros de la big band del '47 que participaban del homenaje.
 
 
 
 
 
 
 
 
Maximiliano Kosteki: el artista que no dejaron ser*
 
 
*Luis Alfredo Duarte Herrera
 
"Miro mucho más allá de lo visible."Maximiliano Kosteki, 25/06/2002
El 26 de junio del 2002, en el puente Avellaneda de Buenos Aires, los jóvenes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados por parte de la policía en el curso de una manifestación.
Maximiliano Kosteki era un joven artista que apenas había cumplido 22 años y no hacía mucho militaba en el Movimiento de los Trabajadores Desocupados (MTD) de Guernica. Al momento de su muerte estudiaba en la escuela secundaria Nº 15 de Lanús, con orientación artística. Allí había trabajado
con pasión diferentes estilos (impresionismo, surrealismo, abstracción, elementos tomados del comic y del género fantástico) y técnicas (especialmente dibujo y grabado en color y blanco y negro), en todo tipo de materiales: telas, madera, cartón, cartulina, hojas cuadriculadas y hasta formularios y hojas del municipio. El 1 de mayo del 2002 había participado en su primera manifestación en la Plaza de Mayo y allí, delante de todos, dibujó un ángel - un ángel piquetero, como dijeron algunos de sus
compañeros - con la cara cubierta y un palo en las manos.
El grupo de trabajo "LuchArte" organizó en Buenos Aires, en la fábrica recuperada Grissinópoli , entre el 28 de junio y el 26 de julio del presente año, la exposición titulada Maxi Kosteki, el artista que no dejaron ser, en la cual fueron presentadas 50 de sus obras, de los "233 nietos que son sus dibujos y pinturas", como llama la madre de Kosteki, doña Mabel Ruiz, a la obra de su hijo. La exposición fue un éxito total y sólamente a la inauguración asistieron más de 500 personas, entre las cuales se contaron
numerosas personalidades de las artes plásticas y la cultura Bonaerense como Alejandro Michel, León Ferrari, Gabriela Bocchi, Javier González, Magadalena Jitrik y Luciana Morcillo.
A continuación presentaremos un ensayo de Eduardo Coiro, director de Inventiva Social, en Buenos Aires, dedicado al joven Maximiliano Kosteki.
 
*Dr. Luis Alfredo Duarte Herrera
 XICóATL Nº65


VIENDO AL OESTE, EN EL ANDÉN 3*
Ellos son dos sombras largas de atardecer, siluetas recortadas a contra luz en el final del andén. Sus rostros caen en sombras ante la oscuridad que sube, implacable, desde el este. Pero allí, en el último resplandor de oro encajado entre las vías que se fugan al oeste, son seres de ilusión, en esos momentos pueden darse la mano fuerte, el abrazo fuerte, darse el alma sin que ninguna estampida, ningún terror disuelva lo humanamente dado.

Allí van y vienen las cosas en la hamaca del tiempo, van y vuelven, parecen tocar el cielo, irse definitivamente, pero retornan una y otra vez ... Ahí está el Estado fabricando mártires, el poder plantando policías como alambrados de púas.

Escucho una frase recortada en el aire, desde el bar de la estación: - Tengo que ir a trabajar y no me dejan - grita un señor por la radio 10. Hay que ir, aunque el tiempo se detenga en el lugar menos pensado, en el momento menos deseado. Como la muerte, atravesando el umbral-símbolo de una
estación.

¿Qué se detiene en las calles?

Los autos, combustión sin velocidad, las gentes en su tiempo siempre urgente de llegar a algún lado, sin tropiezos, sin acontecimientos que fuercen un destino diferente.

Acordonar, no dejar pasar. También ser alguien y hacerse ver y oír.

Pero el Estado, ausente para la miseria, quiere la libertad de las calles. Liquidez sin piquetes, desde la casa al surtidor, al banco, a la oficina, a la novia, al infinito ...

Por allí, cerquita al puente, estaban las fábricas, que producían identidad como un objeto invisible. Ahora están los hipermercados, los shopping, otra geografía social que no contiene obreros ni producción. La fábrica que dejó el abismo, apenas reemplazado con dignidad, economía de subsistencia y
desesperación.
¿Quién empujó a los barrios a cortar las rutas, las mercancías, las transacciones, las vidas privadas de los que pueden viajar pagando su nafta o el boleto?

********

No hay nada más inútil que el acto de pura brutalidad, el cual disuelve la solidaridad con perdigonadas de terror, nada más demostrativo de la impotencia de cinco minutos antes y cinco minutos después de ...

Mucho, pero mucho de la vida cotidiana está influido por estos actos de fuerza que encubren impotencia, indiferencia, la quietud de ocio del recaudador, la tranquilidad cómplice del que cobra por ignorar ilegalidades.
Pero, allí en la calle, a la vera de las estaciones hay que demostrar que al menos para el terror existe el Estado.

Es previsible que no haya nada que discutir y que allí se confirmen odios preexistentes. "a estos negros hay que matarlos a todos ". Escudos humanos, del otro lado están los especialistas en aparentar el orden, los que amurallan con un piquete legal cualquier protesta.

Morir en el hall de una estación de ferrocarril, la metáfora perfecta de un país en pérdida, morir a balazos por un agente del mismo Estado, que en un mal uso de su poder colectivo cerró miles de kilómetros de vías, estaciones de pequeños pueblos y mató pueblos enteros.
Ahora las imágenes del terror viajan por los aires, intangibles, y se multiplican al infinito en pantallas y terminales. Pero, que digo ... no es ninguna metáfora: es la llaga real y presente de un país que abandonó sus sueños en ese lugar, quietos como esos puentes de óxido entre andén y andén.

- De arriba viene bajando el saqueo - me gritan esos muchachos que veo correr entre el humo de los gases. Sí, el saqueo viene bajando a las calles, de la mano de la antigua y reciclada impunidad. Seguro que un litro de leche en Guernica sale igual o más que la leche que compran Mirta o Amalia; allí
esta la muralla de los precios, infranqueable piquete sin calle, puente destruido para siempre entre unos y otros.

Paredes invisibles, rehenes que toman rehenes, ¿hay un afuera?, por el hambre o el miedo sólo se ven rejas de sombra y tristezas, calle por calle, paso por paso, acechando. No hay que caminar demasiado desde cualquier estación real para ver los efectos, los pasos implacables de las políticas de más de una década. Allí se percibe en la piel que no es bello caminar, ni cruzarse con alguien al caminar, son días grises de gente triste que está encerrada en su tristeza, para la cual el afuera es una amenaza imprecisa, un golpe de pánico que golpea la puerta.

Ciudades atrincheradas, puentes levantados o acordonados, paredes para no ver ni oír. Perros y alarmas. Allí comprendo, definitivamente que el terror y la exclusión son el verdadero y permanente piquete que no nos deja circular en una misma sociedad, que nos hace caminar sin ver al otro, sólo viendo su amenaza latente, ahí vamos con los poros cerrados, los ojos impermeables, el alma en una caja cerrada.

La casa con llaves y las llaves arrojadas para siempre. Entonces, comprendo que podemos estar perdidos, que cualquier pequeña y certera alegría puede ser efímera, si no podemos ver nada nuevo, si no hay otro ser - humanamente igual - después de la puerta, afuera del auto, deteniendo el tránsito.
 
 
 
 
 
 
 
Tanguito del anciano*

"...esos platos fuertes no son para vos..."


Vi cómo me miró
ese plato fuerte
Es para mí
su repudio. 
 
 
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
 
 



Correo:

*
 
Dejen todo, tomen birome con mano derecha o izquierda y anoten en el calendario con EL CIRCULO bien grande para no olvidar la fecha:

  EL CIRCULO 

Decimocuarto Encuentro Poético con invitados y micrófono abierto

sábado 26 de noviembre de 2011 - 18 a 21 horas

Música y Poesía por sus autores.


Para este encuentro nos acompañan los poetas:


GERARDO CURIÁ
ROLANDO REVAGLIATTI
EDUARDO DALTER

+Música + Poesía: CARLOS KURAIEM


EL CIRCULO se reune el cuarto sábado de cada mes desde 18 hs hasta las 21 hs.
en THE ROZZ,  calle Medrano 152 en la ciudad de Buenos Aires  (a metros de las
estaciones de subte Medrano de líneas A y B).



El que quiera y pueda hacer música y/o llevar músicos, es absolutamente libre
(no mas de dos canciones por vez).

(además de libros y CD se sortea una cena en THE ROZZ)


Coordinan:  Beatriz Arias y Daniel Arias
 
 
*Enviado para compartir por Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
 
 
*
 
Inventren Próxima estación: Morea.
 -Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
 


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