miércoles, 28 de octubre de 2009

Al amparo de Luis Spota

La cita se dio lugar en la Casa de la Cultura “Luis Spota”. Luego a poner el café, acomodar las galletas y los trajines. Después los pormenores: que si se veían las personas en el pódium, que si hacíamos las sillas más para atrás, que si las escaleras para subir al estrado estaban suicidas. Todo se revisó y se revisó para que aquella velada fuera perfecta. Los trajines fueron llegando, ayudando y estorbando, uno a uno o en parejas. Cuando ya era suficientemente tarde como para empezar la velada, comenzamos.
   Marlene Galicia fungió como apaciguadora --mediadora pa’ que se entienda-- y el primero en animarse fue Alejandro Martínez; tomó el Trajín y empezó a leer; no saciado con esto, eligió algunos otros textos que traía y releyó, y cuando se vio absorto huyó hacia una esquina del estrado y le dio paso a Jaime Velasco, quien nos presumió un prólogo que le habían escrito para su nuevo libro, y nos leyó algunas cosas que allí venían; cuando ya era suficiente, se fue hacia el mismo lado que Alejandro, y como hacían mosca, les dijeron que se bajaran. Ángel Vallarta, con ese jovial espíritu que le caracteriza, subió a continuación, leyó un poco de lo que había en el Trajín y nos demostró que aquella expresión de “hasta en servilletas escribo” es muy literal para él, sacó una servilleta y la leyó. Le tocó su turno a Santino, pero esta vez sin ese estilo de vestir bohemio --su pretexto fue que venía de un trabajo de oficina--; un mitómano y la iglesia fueron objeto de sus críticas. Julio de la Peña nos explicó acerca de su trabajo y en poesía nos relató una historia del Centro; cuando éste bajó se animó otro, Salvador Ruiz, el compinche de la ex Compañía de Luz y Fuerza del Centro –por cierto, venía de asistir de una manifestación--. Decía haber descubierto que la poesía era música y la música, poesía; y hasta nos acabó cantando. Por último y bien dicen, pero no en importancia, Arturo Texcahua, entre agradecimientos y cortes comerciales, nos leyó el exordio del Trajín. Con esto inició la hora de las galletitas, el café y la charla; una pausa para que todos tomaran un respiro intelectual. Tercera llamada, dijo Marlene, y con esto comenzó la hora, de “pregúntale a los que leyeron” ¿cuál era la mayor dificultad de su oficio?, ¿y qué los inspiraba? Fue lo que nos explicaron. Y con esto el Trajín dejó una vez más palabras sonantes en las paredes de otro lugar.

 Emil Texcahua
"Estoy atrapado entre la belleza y el dinero y ya que carezco de ambas, éste, mi cerebro, es la única salvación"

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