A Cartucho, personaje de Bocolia, por José Fernando Romero
La novela es un texto que encierra infinitos
sentidos y que puede ser comparado con el plumaje tornasolado de un pavo real.
La idea de un texto capaz de múltiples lecturas es característica de una buena
novela, buena en el sentido que nos acerca al placer, al placer de la lectura.
Leemos por la emoción estética que nos depara, somos en ese sentido, lectores
hedónicos, y el escritor, En ese mismo sentido tiene que ser necesariamente,
hedonista.
Quisiera confiarles, ya que estamos ante
lectores, y ya que estoy hablando no con todos ustedes, sino con cada uno de
ustedes, mi experiencia personal de la lectura de Bocolia, las aguas al revés
En principio, una novela puede ser leída al
menos, de dos modos: uno es el literal, en un sentido exacto y propio, no
figurado, en la salvedad de que estamos leyendo un relato verídico. El otro es
el modo alegórico, es decir, ficticio, en el sentido de que una cosa representa
o significa otra diferente, que consiste en usar una serie de metáforas
diferentes, aunque relacionadas, para expresar un pensamiento. Creo en la
conveniencia de ese concepto ingenuo, el de que estamos leyendo un relato
verídico-aunque no lo sea-. Sirve para que nos dejemos llevar por la lectura.
Al leer Bocolia, me dejé llevar por la lectura.
La palabra bocolia, no aparece en el
diccionario, pero nos remite a la palabra boca, de ahí a bocal (con b alta),
que significa "jarro de boca ancha y cuello corto, en forma de pecera y
bocana que es el paso estrecho del mar que sirve de entrada a una bahía, es
decir, la desembocadura de un río.
Bocolia es un lugar donde hay un río que fluye al revés, ¿por qué no hacia el
mar, como todos los ríos? "Porque —dice Begoña- aquí en Bocolia, pasan
cosas así, caprichosas, que están llenas de vida y se vuelven incomprensibles,
como ese río, que así ha fluido
desde hace siglos, a veces se ha secado, pero
se ha vuelto a formar. Entonces, cuando toma fuerza, insiste en fluir otra vez
al revés".
En la mente del protagonista y narrador,
Andrés alias Cartucho, se quedó la idea de que ese rio debería corregir su
rumbo y fluir naturalmente. Y afirma: jamás imaginé que permanecería el tiempo
suficiente en Bocolia para ver con mis propios ojos, que eso, si iba a suceder.
En Bocolia la gente no es bocona, "no
rezongaban demasiado, sólo se molestaban a veces por el calor, o cosas así,
pero eso les duraba muy poco, porque la alegría de la naturaleza y algo mágico
que tenía ese pueblo los envolvía y les devolvía su estado de felicidad
original".
Bocolia entra por la boca. Al principio, el
protagonista bebe un agua de limón, que le ofrece una muchacha, luego, la
señora del pan, Begoña la bruja del pueblo, le ofrece pan, le dice: cómete uno,
son pemoles de maíz y piloncillo.
Después, una niña le invita un helado de vainilla. Más adelante, al pasar por
un árbol de mangos le dice: pruébalos, están buenos. Así, Andrés va probando el
queso, el mezcal, el tequila, los frijoles de la olla, las tortillas de maíz,
la carne frita, la cebolla y salsa molcajeteada, el aguardiente curado de jobo,
los taquitos en salsa de pipián que no necesitan masticarse, la barbacoa, el
consomé...
Pero Andrés es un ave de mal agüero, por eso,
le preparan un té de hierbas que le cae muy bien "sólo tiene pasiflora,
tila, mariguana y peyote" y le recomiendan que no lo tome muy a menudo
"porque se le pude hacer vicio".
En Bocolia, entre comilonas y borracheras,
fiestas, amores, se suceden las tragedias. Será que los dioses tejen
desventuras para que las generaciones venideras tengan algo que contar...
Bocolia es una obra que está llena de
delicias, de deleites, de ternuras. Bocolia no es, no solamente, la montaña
inversa del infierno, con sus brujas, sus chaneques, sus muertos, su hambre, su
ganado enfermo de fiebre aftosa...
Bocolia nos enseña, también, que no hay peor
cosa en la vida, que entender que ya no serás lo que nunca fuiste. Que la mente
del hombre es rencorosa cuando uno la
reprime.
Marzo 2018.
un libro maravilloso
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