Excelsior.
La separación tradicional entre los géneros testimoniales y los literarios es discutible.
René Avilés Fabila
29/09/2013 01:56
Conviene saber que desde siempre, ahora lo entendemos, la separación tradicional entre los géneros testimoniales y los literarios es discutible, un tema asaz polémico. Michel Tournier, en El vuelo del vampiro, se refiere a los géneros de ficción y los contrapone a los que, como la autobiografía, las memorias, los diarios, etcétera, son cercanos al documento, a la historia o al periodismo; que son, para decirlo con un término justo, testimoniales. Precisa: “Aquí conviene hacer una distinción importante entre las obras de ficción —la novela, el teatro, la poesía— y las no inventadas (documentos, tratados, memorias). A mi ver, sólo las primeras son intencionadamente creadoras, dado que las segundas remiten a una realidad externa de la que pretenden ser imagen veraz, vale decir servil.”
Las autobiografías y las cartas pueden pertenecer (aunque ese no sea su propósito) a cierto grado de ficción. En un libro sobre Edgar Allan Poe, Cartas de un poeta, Bárbara Lanati escribe a pie de página: “La escritora inglesa Angela Carter trabaja sobre la figura de la máscara de Poe, ofreciendo una biografía de ficción del escritor estadunidense (¿pero qué biografía no lo es, en cierta medida?)…”. Lo más interesante es que al publicar la correspondencia del escritor norteamericano, pusieron de manifiesto que Poe escribía, por una u otra razón, embustes. En el caso de la historia o del diario hay analogías. También pueden ser ficción. Lo autobiográfico vale por su belleza literaria.
Los testimonios poseen subjetividad, añadimos dosis de ficción. Estamos ante un problema que debemos descifrar con ojos muy abiertos y tratar de ennoblecer géneros que siempre tuvieron vinculación íntima y que muchos críticos y autores se empeñaron en mantener ante el fenómeno los ojos muy bien cerrados.
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