Editado por Conaculta, próximamente estará a la venta:
Dos poemas centrales del libro que estarà muy pronto en las librerìas de todo el paìs a cargo del CONACULTA.
*RITUAL DEL TIGRE
Al poeta Jaime Labastida
En el adytum de su cueva
el jaguar ventea
el erial donde -en el trópico–
la selva ciega
con imposibles bejucos
todos los caminos,
con tupidos silencios
que sólo oírlos duele,
con semillas de miedo
que dondequiera crecen,
con sofocantes olas
de un maremágnum verde.
En el lenguaje de su piel,
como un mandala,
como una pandorga que vuela
ornada de eclipses
que van rumbo
a ignotas constelaciones estelares,
transcurre la noche
que muere en manos del día.
En el trasiego de las horas
vela sus zarpas,
les devuelve suavemente
el nácar a lamidas.
Con babeante molicie
restaña una a una
sus heridas;
con su lengua salvaje
les da un guiño de ternura.
Sacerdote tigre
con mirada de basalto,
su linaje viene del tiempo
de las piedras solares.
De estuco es su memoria
inscrita en las estelas.
De chilam es su rostro,
de balam su máscara:
su nombre está en la raíz
de todos los libros de piedra.
Oficiante divino,
augur de las chivalunas,
él es quien recibe
el cuerpo de la víctima,
al tèrmino de la tarde,
en el pok-ta-pok vencida.
Hierofante invoca el libro del ritual,
el mandamiento que consagra
arrancarle con las manos,
con todo y raíz, el corazòn
aùn con vida,
al hèroe vencido en el juego de pelota.
*LA FAUNA EXAUDE
A la memoria del maese Juan José Arreola
En lo profundo de mì,
en donde vive,
el iconoclasta tal
y como siempre igual
al que he sido;
quien me guiña un ojo
tras la luna del espejo;
quien llega puntual
a nuestras citas,
-algo en lo que nunca
hemos convenido-;
con el que hablo siempre a solas,
entre amigos;
a quien encuentro
in fraganti las veces
que es necesario hablarnos
frente a frente,
sin importar un bledo a nadie
cual comienza
entre ambos
a hablar primero
sobre un banal asunto
cualquiera;
quien exaude mis lamentos;
a quien tengo como
pròjimo ofreciendo al Cielo,
desde mis labios,
la oblaciòn del dìa,
pidiendo por los dos
el pan que es nuestro;
quien apacienta el hato
de iras fieras
que agazapadas lleva uno dentro;
al que miro mirarme
y ve que envuelvo
algo en secreto,
nòmade,
que a duras penas
moja la esquina de un pañuelo.
¿Quièn de los dos
es el que implora cierto
entre un coloquio de ávidos reflejos?
¿Còmo puede hoy vivir
cada uno lejos
del otro,
si ambos nos quedamos ciegos,
trasteando -como sea-
nuestra idea inútil del mundo,
sin poder nunca conocernos,
rotos?
¿El mundo es menos mundo
sin nosotros
nombrarlo?
¿quièn se ocupa de lo opuesto?
¿Què hay en el envès
de un silencio?
¿Què sitio nos arropa
en este lòbrego desierto?
¿Quièn convoca?
¿Quièn reúne
rasgos del otro rostro
de uno mismo?
¿Si todo fuera al revès,
a modo
de que yo viera,
desde el otro,
còmo seas tù yo
y tengas que medrar
en esta carne,
y sòlo a ti te duela
el universo
cuando alguno de los dos se muera?
Si quieres,
yo podrìa andar la vida
en que tù fueras;
relegarte algunos asuntos
que debemos dar por hechos;
tener,
incluso,
el nombre que prefieras:
Juan,
Pedro,
Lucas,
Pablo o Mateo,
poeta,
arùspice fidedigno,
loco,
adivino,
Edipo ciego,
Tiresias,
Fausto –últimamente-,
Narciso,
augur,
célibe adicto,
falsario,
blanco de mentiras,
sabatario apòstata,
abortivo sin remedio,
veedor de asuntos nada ciertos,
oh deìfica vigilia:
¡ser el bardo!.
Tambièn,
¡Dios nunca quiera!,
puedes ir,
cuando alguien muera,
a tu propio entierro.
Puedes decir que soy
un mala sangre,
fallido musicador de lo inefable,
nòmade estepario
que musita en horarios quebradizos
tu nombre en el olvido.
En absoluto puedes
ser tù la anáfora,
el autor,
quien transcribe
en cada verso mi epitafio,
tù,
el semàntico deicida,
tù,
el escoliasta,
tú,
hipócrita lector,
mi semejante.* Antonio Leal.- Poemas del libro La fauna exaude.
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