lunes, 23 de julio de 2012

LOS SERES DE LOS SUEÑOS NO HABLAN ENTRE SÍ...


 
*Obra: "En el Tunel" de Virginia Rivera.http://www.facebook.com/#!/virginiarivera72
 
 
 
 
 
CODIGOS ROTOS* 
“Espantoso  juego del amor, en el cual es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de si mismo”
CHARLES BAUDELAIRE
 
Dices, amor, que has roto los códigos.
y es verdad, en parte.
Y mueves la balanza en dirección opuesta al sudoeste.
Dices que has roto los códigos y te vas con el viento.
Y se aleja la curva de tu espalda aun desconocida.
Intento ingresar al fondo de tus ojos y no encuentro al niño.
Llegan ciclones y desgajan los impúberes árboles.
Talan gargantas y devoran pájaros.
Y la noche se tensa de presagios mineros.
Y vomita la tierra.
Y traga hijos, combatientes y lunas de hojalata.
Ay amor, si te contara.
Los códigos que aun no rompe la noche.
Y me viene una escondida nostalgia.
Un desgarro en la boca. En la boca, un deseo.
Y no amanece y el gallo canta.
Y la sangre del sol no se derrama.
Y las mujeres en las cavernas se persignan.
Y algo me dice que no hay ni una vela prendida.
El delirio se esfuma y se esconde el pez azul en el estanque.
Y no hay nadie que sepa barajar esta pequeña historia.
Y en fin, yo te pregunto, me pregunto.
¿Qué son los códigos?
¿Qué juego nefasto y consagrado es el amor?
¿Cuáles son los códigos de una historia?
¿Quien los escribe y los traduce?
¿La historia, es fábula, novela? Leyenda, traición  o tradición.
¿Sabes cuales son los códigos del fuego, de la tierra?

Y el juego, parece que termina.
Y el deseo es otra de las pequeñas muertes,

La Historia, no es La Historia, es una historia.
La Historia es de los dioses, de los generales de bronce.
De los mercaderes de la vida.
¿Y los códigos de los dioses de barro?
¿Y las pequeñas muertes del exilio?
¿Las batallas perdidas, en el pan, en el vaso vacío?
¿Y tu sed y mi hambre?
¿Y los lejanos senderos que aun buscan nuestros pasos?
Y  buscan y añoran y se apenan en el canto de las ranas.

Ay amor, si te contara.
Los códigos se rompen, amor, por soledad.
Por soledad, amor.
 
 
*De Amelia Arellanoamelia.arellano01@yahoo.com.ar




 
 
LOS SERES DE LOS SUEÑOS NO HABLAN ENTRE SÍ...
 
 
 
 
LA SOÑADORA*
Ella estaba acostada,  el ruido de la puerta al cerrarse, las manos que la recorrían. Freud dijo que uno no es responsable de sus sueños y recordando eso fue más allá de lo que nunca hubiera imaginado. En la cama encontró una nota al despertarse: -sueña usted que es una maravilla, señorita, que sus sueños no queden solo para su psicoanalista -.
 
 
*De Cristina Villanuevacristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
 
LA HORA DEL JABALÍ  (*)  
Acostada.
Tiembla la  herida, desde el pié de la rama flotante.
Cierro los ojos.
Abro mis canceles.
Siento crecer la hierba.
Doce horas es un siglo verde. Basta un instante.
Mi savia es luz y mi lámpara relámpago.
Busco un lugar entre la hetaira y la alienada de Dios.
El viento negro apaga el soplo.
Jack el destripador ha llegado.
(No he de dar el beneficio de la muerte, esta vez, no)
Del otro lado de la calle hay un sol que no espera.
El viento ensucia soldaditos y muñecas.
Boca roja lagrima pintada.
Tacos altos compra venta. Oferta demanda.

Hay pecados mas graves.
Mi mano sostiene el pan y la miseria.
La miseria sostiene el desamparo.
El desamparo sostiene mi temblor.
Soy el temblor.
Solo un temblor con mis brazos
en cruz.
 
*De Amelia Arellano amelia.arellano01@yahoo.com.ar
(*) “La hora del jabalí” de la serie de Utamoro sobre  los burdeles Llamada “Doce horas en las casas verdes.”
 
 
 
 
Seno soberbio*

 *Por Miriam Cairocairo367@hotmail.com

 
 
Fulminante.
 
 
Mi amiga se baña desnuda en el mar. Se ha quitado la ropa interior y grita a los peces, a las medusas, a las algas marinas. Llama por su nombre a Alfonsina y a todos los muertos del amar. Usando sus pies como un tentáculo siembra pozos en el lecho del océano. No hay motivo para pensar que es un trabajo superior a sus débiles fuerzas.
 
La desnudez.
 
La soledad.
 
Llama a todos los que han salido de su memoria. El mar la mira cuando viene, la sigue mirando cuando se va. Por momentos se detiene ante ella para mirar esa breve esperanza de la desnudez y sigue su camino de mar para no detenerla en su caída o en su ascensión.
 
La mirada.
 
Los peces.
 
Mi amiga desnuda en el mar abraza con inmenso amor su seno soberbio de amazona. La luz del amanecer la cubre y la descubre. El viento la toca. Grita el nombre de todos los que salieron de su memoria. Sigue entrando en el mar presintiendo peces, vagando entre medusas hechas de delirios atroces y miradas obscenas.
 
La hermosura.
 
 
La memoria.
 
Los médicos pueden curarla. No se arrepiente de nada. En sueños mató a su amante. Su sangre temerosa apenas quería salir. Tuvo que hundir los dedos una y otra vez en el pequeño corazón para que deje de latir. Ella soñó hasta volverse loca. Mientras moría, el amante le sonreía con una ternura inimaginable. Demasiada sonrisa para quien está muriendo de ese lado por donde sólo llueve sal.
 
 
El amante.
 
El sueño.
 
Luego se acercó a su cadáver y le dijo: estás muerto. Y aunque él ya no podía escucharla lo sabía. Mi amiga le entregó su seno al amante que moría. El amante muerto lloraba deslizándose como un canto rodado llevado por la corriente. Las mujeres son sensibles a los coitos deslumbrantes y terroríficos. Mi amiga exhala un liviano olor a sangre y a menta. El aire la respira.
 
 
El seno.
 
El aire.
 
Ella levanta las manos hacia la peluca que es su cabello y la arranca suavemente. La cabeza desnuda y misteriosa como una runa. La cabeza apenas cubierta por un bozo de muchacho. Más hermosa que la noche. Más fuerte que un vendaval. Ríe. Delata. Eros, breve y mucilaginoso cae desprendido del pedestal.
 
La runa.
 
El viento.
 
Fulminante.
 
Mira hacia atrás. Aprecia la distancia que la separa de la costa. El amante quería más explicaciones antes de morir. Un ángel de papel atravesó el sueño riendo a fuego vivo hasta quemarse. Mi amiga apretó las manos y fue a mirarse en el espejo. Moriré de amor, pero no de cáncer. El amante muerto, al escucharla, se puso de pie y lloró. Recordaba la hora de la ambulancia, el camillero, el cuarto blanco. Cuando otra vez la llamó en sueños, ella llevaba efímeras flores sobre el pecho. A simple vista uno puede notar que el amante está muerto.
 
 
El ángel.
 
El espejo.
 
Los seres de los sueños no hablan entre sí cuando se encuentran en otros sueños. Las mujeres de dos senos estaban serias. Llevaban vestidos claros, discretamente floreados. Mi amiga miraba esas mujeres con una especie de fascinación. Atravesó desnuda toda la extensión del sueño, salvaje y dulce, aullante y murmurada. Llevaba en su pezón soberbio una cuenta de suspiros inaudibles. Un primer y un último milagro. Hacia arriba, abajo, a un lado y otro, atrás, adelante, un oscilar de los niveles de lo cierto y de lo constante.
 
La extensión.
 
Los suspiros.
 
Quizás en eso consiste la desnudez: sentir que te pertenece algo hermoso. Hay cosas que en la vigilia se nos escapan pero en sueños no. La vigilia ignora el vello del pubis, ignora el grito que sale del esternón. Con el cabello en la mano, mi amiga agita su cabeza de muchacho con pubis de mujer y llama por su nombre a todos los muertos del mar.
 
El esternón.
 
El pubis.
Hay que decirlo: mi amiga es un enjambre de alas frescas bajo el cielo desplumado. Puñados de sol se derraman sobre la vanidad bien llevada de su cuerpo. Unas lenguas de sirenas disimulan la emoción a fuerza de tragarse la espuma. Todos los muertos del mar se sientan sobre una lágrima y la observan cantar o bailar con ritmo de desnuda estrella. Hay que decirlo: para llegar a esto fue necesario estirar el miedo hasta el otro lado de la noche y someterse a las rigurosas leyes de un amor que no muere.
 
 
 
 
 
 
 
 
RELIGIOSIDAD II*
 
Cada día, cada tarde
o cada noche
hay una hora en mi memoria
... en que me desnudo
y me suelto el pelo antes tus ganas.

Y si cierro las puertas del recuerdo,
si le doy la espalda
a esa imagen tenaz
de vos y de mi
ofrendándonos en el altar de los suplicios,
el deseo se desata implacable
en los sueños y vuelvo a ser
otra vez la hembra suplicante,
devota del santo de tu unción,
sacerdotisa del ruego
merecer la espada de todos
los traspasos,
ofrecer el territorio de mi espalda
al estigma de tus ganas.
Postrada ante el ciclope feroz
de tus instintos,
pidiendo por favor que lo repitas
merecer una vez más el cielo
de condena.
*De Alejandra Morales.





Definición*


Cartera: objeto de valor que utilizan las mujeres como una continuación de su cuerpo.
Según infatigables teóricos del psicoanálisis. Asocian a la cartera con una zona erógena de mucho placer llamada vagina. Del latín vaginum  cavidad virtual que se expande o se pliega. En ella penetran objetos de calidad, su mejor representante el pene. Además pueden introducirse otros elementos de tamaños, colores, texturas y cualidades diversas.
Como dirían los sabios psi, la cartera se liga a esta cavidad. En ella, "la cartera", que también se abre y se cierra,  se colocan tantos instrumentos como la persona de genero femenino quisiera introducir; espejo, peine, Cosméticos, toallas higiénicas, celular, documentos y tarjetas de crédito, llaves, efectos y defectos personales. Desodorantes, lápices, lapiceras, gomas, tijera, cigarros, encendedor, etc.
Con el deslizamiento y la condensación de todos estos elementos se concluye que la cartera es una prolongación de la esa zona erótica e intima de la mujer.

*De Azul. azulaki@hotmail.com

 
 
 
 
El azar y el deseo* 
El jardín colmado de sorpresas,  como la vida. Un infinito pequeño. El azar es una forma del deseo piensa, mientras ve  plantas que algún viento llevó  a un cruce singular. Así, en  un cantero  con  flores, sucesos que seguramente se dieron en la noche, crece una planta hija de la  que estaba en el extremo opuesto. Las razones botánicas, los  placeres  del intercambio, generan una riqueza inesperada. El otro verde, el tono distinto, no es rechazado como a veces sucede entre los humanos. La humedad, una música, la piel de unas hojas contra otras, dejan algún regalo para descubrir en la mañana. El café se adelanta en el perfume,  una flor de un rosado masculino, como el de la langosta, avanza  hacia otra, rosa, pequeña, femenina, abierta apenas en la espera. Los pájaros caminan sobre el pasto  como sobre uno de los sueños del mar. Mientras el café desarma en la boca el jugo de sus  granos de vida, las dos flores duermen su abrazo de amantes.  En recortes, ventanas abiertas, espacios tejidos entre las ramas, aparece el cielo como las letras de un mensaje a descifrar.
 
 
*De Cristina Villanuevacristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
*

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