lunes, 16 de julio de 2012

Inventiva social: EDICIÓN JULIO 2012


 
*Dibujo: Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba
 
 
 
 
 
A VECES EL CANTO*                
 
 duerme en algunos agujeritos,
que sospecho tenues y pardos
como ciertas hojas de otoño fresco.
Y me doy cuenta, sí,
que es apenas un graznido mi decir
sin querubines en sus notas.
Entonces, me deshago papel, me vacío
como un bolsillo al revés
buscando la bolita, la última, para seguir la partida,
la de vidrio, la japonesa de colores
que el tano de la esquina vende
y dice que son importadas.
Pero, el canto sigue ausente
como esa bicicleta que se fue en el camión
para pagar no sé qué cuentas del viejo.
Me faltaban las piernas, vea, mire,
si era una cosa de locos esa bici;
hasta me iba de un pueblo al otro
                 -en vacaciones-
recorriendo los primos.
Pero, se fue. Se fue como el canto ahora;
y no como el de las chicharras,
en el verano grueso,
que callan cíclicamente. ¡No!.
El canto me falta
porque los agujeritos se fueron obturando,
alisando...
Entonces, me paro. Me paro hacia atrás.
Camino de espaldas y tropiezo
                             y caigo
                             y sigo.
En algún espacio diseminado
podré cazar un agujerito
                        abrirlo
desflorarlo de nuevo y contradecir a Heráclito:
bañarme de nuevo en el mismo río.
                         Pero no.
Ya mi traje es otro.
Ya cayeron crepúsculos sobre mí
incontables como tantas cosas incontables
que fueron macerando mis ínfulas,
que fueron trastocando planes...
Y me quedo quieto, buscando la palabra,
absorto en el paisaje;
entonces, canto. Canto con todo;
en la misma metamorfosis canto.
Y me descamo. Como las chicharras,
montando una bici imaginaria
aunque digan que allá va el loco.
 
*Oscar A. Agúoscarcachoagu@yahoo.com.ar
–De su libro “Crónica de una herencia”  Santa Fe, 1996-
 
 
 
 
 
 
 
 
EL JAULÓN DE PACO OLAVIAGA*          
           
 
*De JORGE ISAÍASjisaias46@yahoo.com.ar
 
 
Alguna vez escribí que en aquellos tiempos los amaneceres eran altos.
En realidad lo que yo trataba de establecer, de ubicar en la pertinacia de mi memoria, es que en aquellos buenos tiempos el cielo estaba atravesado por el vuelo libre de los pájaros.Ese vuelo, ese libre vuelo, esa libertad, era la nuestra pese a las mil carencias en las que hoy adultos, todos coincidimos. Pero también estamos contestes de una obviedad:  la vida era más simple y éramos muy felices con muy poco.Si en aquel tiempo nos hubieran narrado esta complejidad de la dura vida actual, habríamos creído que era una fantasía futurista de algún adulto loco.Eran tiempos, por decirlo de algún modo, límpidos e ingenuos para la población menuda que circulaba por un pequeño rincón de la llanura donde todos los pueblos son idénticos o al menos similares y bastante coincidentes con las historias que se cruzan y que pronto se transforman en leyendas y se repiten casi con sus puntos y sus comas generación tras otra y forman, digamos así, el patrimonio de la cultura popular de un pueblo.Y volviendo a pensar en los numerosos pájaros que se han ido para siempre, o tal vez migrado hacia otras tierras más benignas, quiero resaltar que para nosotros tenían un valor y una importancia superlativa. Pájaros cazábamos, pájaros tratábamos de capturar con mil estrategias y astucias no tan refinadas a veces. Y pájaros veíamos volar tan alto, como los sueños nuestros cuando nos levantábamos ya que nos despertaban sus trinos.Y al atardecer nos seducían sus gorjeos y murmullos en los paraísos y “siempreverdes” cuando ellos mismos llamaban su propio sueño.Por todo esto es que cuando Paco Olaviaga compró su camión y comenzó a viajar hacia distintos puntos del país, en especial al Norte,  es cuando nosotros estuvimos más cerca del  asombro.Don Paco, como lo llamábamos nosotros, construyó una gran jaula o pajarera  (el jaulón, decíamos nosotros) en el patio de su casa, muy cerca de la calle y comenzó a traer las especias más bellas y variadas de las que nuestra imaginación podría haber supuesto. Desde un tucán  picudo y silencioso hasta un papagayo rojo y verde  tornasolado, carpinteros, paraguayitos, canarios de colores no convencionales e incluso los amarillos que nosotros ya conocíamos, hasta un flamenco enano color rojo violento que permanecía eternamente parado en una pata. La variedad era tal que ya no recuerdo los nombres por el cual le inquiríamos cada vez que él salía de su casa y nosotros estábamos arremolinados y quietos por el asombro y la dicha, que a veces son una misma cosa.El jaulón de don Paco  en aquellos tiempos  era un atractivo turístico del pueblo, en especial para la población menuda que torcía el destino de sus mandados para quedar largo rato azorada observando como en misa esa maravilla del reino animal. El éxito que fue tal que hasta las maestras llevaban a los más pequeños a regocijar sus ojos ante tanto esplendor de canto y  colorido.Justo al lado donde vivían don Paco Olaviaga y su familia tenían los hermanos Spizzo, su sastrería. Como todos sabemos los sastres y los relojeros han sido una especie de conspiradores  líricos, tal vez por la característica del oficio, proclive a la tertulia y al conciliábulo y al chisme político.Al llegar a la adolescencia nuestros intereses cambiaron como nuestros cuerpos, y trocamos entonces las visitas al jaulón de Paco por la charla en la sastrería de Omar Spizzo a quien ayudaba su hermano Pedrito, un héroe del siete a dos de aquel clásico que todos recordamos,Como corresponde a dos sastres, vestían a la moda, pero Omar calzaba bigotes a lo Alfredo Palacios, su ídolo admirado y llevaba sobre sus hombros una manta de vicuña para remarcar  pertenencia política.Un chico de la barra,  Chorchi López, era aprendiz en la sastrería de Omar, a quien una vez le oyó contar sobre el derrocamiento de Yrigoyen. -Vaya tranquilo amigo que todo se va a arreglar, dijo  Omar que había aconsejado el Peludo, cuando le fueron a advertir que Uriburu conspiraba.Esa frase recuerdo de aquellos tiempos en que habíamos cambiado el luminoso jaulón de Paco  por la sastrería  de Omar. Y nosotros tal vez no nos parábamos más a oír cantar pájaros y hoy me pesa un poco.
            Cuando de todo aquello no nos queda nada.
 
 
 
 
 
 
 
REGALO DE NAVIDAD*

 
Se había dejado convencer a romper su ostracismo, al menos por Navidad. A pesar de que le dijo que se hallaba muy a gusto en la soledad de sus cuarenta y algo... su hermano lo convenció con aquello de que “Mi amiga es una diosa. Asúmelo como un regalo que le harás a ella... solo acepta y disfruta”.

La diosa era morena y delgada, de ojos verdes, cabellos negros, lacios, expresión de gacela, en conjunto una imagen preciosa. Concluida la presentación, el hermano se marchó, haciéndole un guiño… Le brindó un trago, tomaron seis antes de pasar al cuarto, puso algo de música, hubo algo de baile, de roces, un beso robado y aceptado... Y ya desnudos, en el momento en que iba a comenzar a jugar en serio, ella se encogió en un rincón de la cama y comenzó a llorar.

Asustado, le preguntó qué le había hecho... Ella respondió, sin parar de llorar, que hacía dos meses había muerto el amor de su vida, y se encontraba incapaz de amar... había pedido a su amigo que los presentara, pensó que la experiencia y el tacto de un hombre maduro... pero solo le había servido para comprobar que su amor y su dolor eran eternos.

 Tan caballeroso como siempre, había salido del cuarto, dejándole espacio para que se calmara y se vistiera... ella ni siquiera se dejó acompañar a casa. Él cayó rendido, había tenido suficiente... ¡Vaya Navidad! Al despertar, se sorprendió de la ausencia de su anillo de casado, que desde la separación reposaba en el joyerito, junto a su reloj, sus yugos y su cadena de oro, también ausentes...
Desesperado, llamó a su hermano y le preguntó por la muchacha. “¡Ya debe estar en el avión!”, fue la respuesta, “¿Ella no te lo contó? Te vio un día y me pidió que quería hacer el amor contigo antes de ir a reencontrarse con su novio, pero que tenía que ser la noche antes de partir, ¡que tú serías su regalo de Navidad! ¡Estas jovencitas se mueren por la experiencia de los de nuestra edad!”
 
 
*De Marié Rojas.
-La Habana. Cuba.
 
 
 
 
 
 
 
Algo de Borges*
No hay palabras que puedan representar a este escritor, poeta y filosofo, quizás la magia de la
esfera de su Aleph podría abarcar su mundo, el que en  algunos momentos puedo llegar a contemplar desde mi humilde expectación. Conocí a Borges de muy grande, entrada en años y en un momento donde quién sabe quien era yo. Enmarcada en un destino de incertidumbre por el dolor de las operaciones de mi hijo no encontraba un hilo para sostenerme. Un medico homeópata muy sabio y compañero, me llevó por los caminos de ese gran artista. Con la ironía y el desenfado de la perdida de la fe anotó en un papel con membrete  las siguientes palabras:
 
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
Jorge Luis Borges
ese hoy es diferente al que tuve tantas noches de desvelo
las sirenas y los sonidos metálicos de los aparatos científicos
que lograban que mi hijo pudiera respirar
eran sombra de un infierno y de un cielo
el viento de la respiración
era el eco más profundo que intentaba escuchar
en ese universo de sonidos
quería estar presente hasta en la más mínima
expresión de su ritmo
esos instantes fugaces y eternos
hicieron que agudizara mi sentido del oído
no era yo la estampa que amanecía en la apariencia
que intentaba calmar la dolencia de un adolescente
era una esfera de sabores cristalizados y grisáceos
que  supieron soslayar ese momento.
El reloj se detuvo tantas veces
en ese instante tan sublime
entre el paso de la vida y la muerte.
Si él  hubiera muerto
y si yo hubiera permanecido viva
quién sería yo en ese infierno.
 
 
*De Azulazulaki@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
Cisuras*
El espejo cae de mi mano. La cisura del cristal rompe la imagen.
Observo...
              hay un ojo aquí
                                       que multiplica lo que veo,
otro, partido, que en el espejo no ve. Pero sabe lo que siento.
 ¿Habrá descubierto el secreto?

Soy varias

                  en un espejo quebrado.
 
 
*De Miryam Seia miryamseia@cablenet.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
El Bosque y la Niebla*


Tengo un par de zapatos con hoyos,
Unos calcetines
que he remendado ayer.


Traigo puesta una camisa
a la que le faltan
al menos tres botones.


Tengo una democracia mal zurcida
que no puede ponerse de pie.


Mis anteojos están rotos,
las urnas lo están un poco más.


Las escuelas,
las sonrisas
de aquellos que duermen en el suelo,
las canciones con tu cariño
Ya no caben aquí.


Mi casa se aferra fuertemente
para no morir por la inflación.


Mi refrigerador
casi siempre está vacío,
otras veces repleto
con promesas de campaña.


Ando cargando
todo el amor que quisiera darte,
si estas boletas electorales
no se movieran sin sentido
con elevado riesgo
de rompernos los pies.


Tengo un pueblo con sueños,
y yo soy parte de él:
los zapatos con hoyos,
numerosos
como una multitud de bocas,
caminan contando leyendas
que los mares
con sus montañas azules
enjuagan.


Tenemos esa increíble fuerza
que el viento,
en su paso interno
por los caracoles canta,
como canciones de lluvias extrañas,
que vuelven soluble la tierra
para que podamos
beberla tranquila. 
 
 
*De hugo ivan cruz-rosasquetzal.hi@gmail.com


*Nota: En México, las elecciones pasadas del 1 de julio de 2012, mostradas como la máxima expresión de la democracia y del papel histórico de la sociedad, han vuelto a demostrar que todos los Estados, incluyendo el mexicano, son la expresión política y legislativa, además de cultural, moral, etc., de las clases dominantes en una sociedad. Que este Estado valida las acciones de los partidos políticos más afines a las clases que lo controlan, aún cuando éstas no sean legítimas (avaladas por el pueblo), e incluso sea difícil enmarcarlas dentro de la legalidad. Que las clases dominantes en México (y en gran parte del mundo), son los grandes empresarios, los terratenientes, banqueros, políticos, narcotraficantes, etc., y que son minoría comparados con las clases trabajadoras. Que estas elecciones no tienen legitimidad, ni han sido democráticas, ni ejemplares, ni mucho menos transparentes. Que existen claras evidencias de la compra de votos por parte del partido favorecido por las elecciones (PRI), al repartir dinero electrónico en tarjetas de la cadena de supermercados Soriana a millones de votantes. Que existió un uso excesivo de los medio de comunicación oficiales (tv, radio, periódicos, etc.), para crear una imagen basada en estudios de mercado para el candidato del PRI. Que dirigentes corruptos de gremios y sindicatos que obtienen favores del Estado, llevaron a sus simpatizantes a votar por el PRI, en claro intercambio de dichos favores (como el mismo Ejército Mexicano o el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación: SNTE). Que existieron numerosas irregularidades tanto en errores de conteo de votos, errores de cómputo y desapariciones de actas de casilla (y que favorecen en su gran mayoría la supuesta victoria del PRI), que los medios de comunicación reaccionarios no han difundido ni investigado con la misma vehemencia con la que mostraban las “virtudes” del candidato, y que el mismo Instituto Federal Electoral no las ha considerado como relevantes para influir en el proceso electoral. Que la imposición que estamos viviendo no es de tan sólo un candidato (Enrique Peña Nieto), ni de un partido político (PRI), sino de todo un modelo estatal que pretende legalizar la influencia extranjera (principalmente de los EUA), sobre los asuntos nacionales de todo tipo (económicos, políticos, militares, culturales, etc.), favorecer el enriquecimiento (incluyendo el ilícito) de las clases actualmente dominantes, el desempleo y los bajos salarios; mantener un nulo apoyo a la economía nacional, el abandono al campo y el descuido de la educación y de la salud públicas en niveles más precarios de los que ahora padecemos. Y que en los siguientes días y durante los seis años que dure la administración del candidato favorecido por las elecciones, lo que está por vivirse es una lucha en todos los ámbitos, donde las clases trabajadoras intentarán frenar las consecuencias de esta imposición, donde los medios de comunicación oficiales nos mostrarán a nosotros como ilegales y nuestros medios libres expondrán la validez y legitimidad de nuestras acciones. Actualmente las fuerzas populares nos preparamos no sólo para denunciar esta imposición, sino para hacer frente a las clases sociales que la han efectuado y éstas, a su vez, preparan a sus medios oficiales y sus destacamentos armados (ejercito, policías, paramilitares, etc.), para hacernos callar.

 
 
 
 
 
Mis versos*
han recorrido caminos

que espacían la memoria
de porvenires fallidos
sin viento fresco en la proa.

se entumecen
en mis huesos
y en mis manos duras
hablan
punto y seguido
recuerdos
silenciados por mi boca.

Van como burro a la noria.
 
 
*De Marta Zabaletamzabaletagood@gmail.com
9 de julio afuera.
 
 
 
 
 
 
 
Fugas*

Si toda celda es ilusoria y toda libertad, sólo aparente, la reclusión se convierte en un simple concepto. Así, aunque ningún encierro es voluntario, tampoco es indudable la solidez de las rejas.

Hay ocasiones en las que abandono la celda y vago por las calles sin motivo. El carcelero -obviamente- está al tanto de estas fugaces escapadas, mas finge no darse cuenta, puesto que sabe con certeza que siempre se trata de salidas momentáneas, y que el regreso del prófugo se produce, con absoluta precisión, a las pocas horas, nunca más tarde del siguiente cambio de guardia. Por otra parte, si admitiese la existencia de tales fugas, quedaría, desde ese preciso momento, obligado a impedirlas, y eso escapa por mucho a sus limitadas posibilidades. Si, por el contrario, reconociese que, en efecto, las fugas existen y él no hace nada por evitarlas, estaría dejando de cumplir con su misión, y en ese caso, dada la gran disciplina existente en las prisiones, se vería obligado a dimitir de su cargo y, no estando capacitado para desarrollar otro oficio, quedaría a merced de las circunstancias durante el resto de su vida. Por lo tanto, su única alternativa es la indiferencia absoluta ante la menor tentativa de huida. Así, en su negligencia, actúa, sin saberlo, sabiamente. Porque ¿qué tienen de envidiables las calles de la ciudad?

Gentes apresuradas, sin tiempo para escuchar siquiera el roce del viento en sus oídos; personas que caminan aceleradas, mirándose al pasar en los espejos, en los cristales de los grandes almacenes, tratando de comprobar si su belleza cosmética se halla a salvo de las agresiones de la intemperie; rostros fugaces y falsos, ropas vistosas, diseñadas especialmente para resaltar virtudes y ocultar defectos; sonrisas estudiadas; poses repetidas; miradas frías; palabras vanas e inexpresivas, y una incurable sordera de raudas muchedumbres. Todo el mundo tiene prisa y las mil luces que parpadean parecen incitar a ese veloz frenesí. Los automóviles colapsan las iluminadas avenidas, hay ruido de bocinas que maúllan estridentes; gritos de conductores irritados; cientos de motores rugiendo con rabia y llenando de humo e infelicidad el cielo antaño azul, el aire que algún día fue puro.

Los ojos captan el horror y el corazón acumula desdicha, y cada minuto que transcurre en este infierno es una dolorosa carga de decepción para el recluso que ansiaba libertad. Vuelves los ojos hacia los otros, hacia tantos otros rostros -tan próximos y sin embargo tan infinita y tristemente lejanos- que caminan junto a ti, pero nadie puede detenerse; el tiempo es demasiado precioso. Miras alrededor y de pronto percibes que no hay nadie. Entre la multitud no hay nadie y la ciudad es tan sólo una película descolorida, vago esperpento de sí misma. No hay nadie y tu grito resuena hacia el interior, porque la ciudad no es más que el sueño inacabable de un neurótico y las imágenes se suceden, van pasando junto a ti una y otra vez hasta que no puedes más... Y entonces comprendes con resignación que no hay lugar al que volver que no sea la húmeda y maldita celda de tu pesadumbre.

Quizá, después de todo, es ése precisamente el motivo por el cual el guardián no se molesta en impedir las escapadas (¿No fue acaso un mero prisionero en otro tiempo? ¿No lo es todavía, en cierto modo?). Sabe que siempre regresamos, derrotados, hundidos, sin fe en nosotros mismos ni en la humanidad, con los ojos enrojecidos y odiándole por su asquerosa sonrisa de satisfacción.

Aunque, a decir verdad, tampoco sé muy bien que es lo que me empuja a volver a este antro de tenebrosa soledad. Quiero creer que lo hago porque aquí, al menos, me acompañan los recuerdos. Pero lo cierto es que me atormenta la idea de que no sea por eso. Me aterroriza pensar que en realidad se trata tan sólo de la rutina, que es apenas la fuerza de la costumbre lo que me trae de regreso una y otra vez, que acaso no sea posible luchar contra este vacío. Y por la noche, después del toque de queda, me acurruco en un rincón y lloro sin testigos en el anonimato de la oscuridad que se extiende por todos los rincones de la celda.
 
 
 
 
 
 
 
 
CASBAS*

     En una historia de Ray Bradbury, un hombre de joven no había abordado un tren. Por alguna razón que no recuerdo o quizás no conste en el relato, este hombre con el pasaje pago y el ticket en el bolsillo, había dejado pasar ese tren que se descarriló. Todos murieron.
     En la historia de Ray Bradbury, el hombre vive una vida ordinaria trabajando, forma una familia, pero siempre está atento a ese tren fantasmal que finalmente vendrá a buscarlo. La muerte es, para él como para tantos, un expreso de medianoche.
     Esto ocurre en un cuento, por lo tanto ocurre lo esperado y la muerte viene a buscarlo sobre vías de niebla; se ve el faro delantero iluminando oscuras arboledas, se escucha el imposible traqueteo, la imagen final es la del tren repleto de pasajeros que aparece en la noche para que se cumpla el
destino aplazado del protagonista.
     Aquí, lejos de Illinois, en la estación Casbas una mujer espera en el andén. La estación es ahora un museo, pero la mujer se obstina en ese andén sin trenes.
     Me dirán que la mujer espera el amor que partió, que espera la muerte que ha de venir. No lo sabemos aun. Todavía hace falta mirarla un poco, descifrar las arrugas en la frente, descorrer algunos velos.
     En un banco de madera y hierro la mujer se mece, se arrulla, se va desatando de la familia y la ciudad. Se desvanece de a poco esta mujer que ahora se que no espera un tren que venga a llevársela. Se desdibuja en tonos sepia, en rosados y mancha de agua sobre papel.
     La mujer no espera la muerte, ni el amor. Ha venido a la estación sin trenes para saber que nadie la vendrá a buscar. Sola, solita, la mujer se va despidiendo de sí.
No necesita transporte para escapar hacia adentro.


*De Mónica Russomanno russomannomonica@hotmail.com
 
-Texto incluido en el Inventren Estación Casbas.
 

 
 
 
 
 
*
 
 
En un anciano país
existió una monarquía
que comenzó en democracia
y terminó en anarquía.

En aquel reino reinaba
una curiosa familia:
un Borbón de nuevo cuño
y una griega algo engreída
que engendraron dos princesas
y un príncipe en demasía
por cumplir con la ley Sálica
que consagraba la hombría.

La cosa empezó a torcerse
con las bodas de las hijas,
algo ligeras de cascos
y de moral distraída.

La mayor, que era algo lela,
pasó por la vicaría
con un noble también lelo
en la ciudad de Sevilla.
Al poco tiempo parió
un querubín de revista
que devino en gamberrete
con escasa puntería.

La segunda, buena jaca,
se cameló a un deportista,
que dejó a su antigua novia
y se encoñó con la niña.
De jaca pasó a coneja
y cada año paría
urdangarines de pro,
chupones de dinastía.

Y el principito heredero,
cortejador de coristas,
cayó por fin en el cebo
de una artera periodista,
divorciada y con más mañas
que la puta Celestina;
pero falló en la preñez
por seguir la dinastía
pues en lugar de un varón
paría niña tras niña.

Pero empiezan los problemas
y la cosa se complica
por culpa de estos gañanes
que, de nobleza, ni pizca.

El noble rancio de Soria,
bermudas y en zapatillas,
paseaba por Serrano
cual jocunda modistilla;
circulaba en patinete
con ignorante osadía
saltándose a la torera
direcciones prohibidas

Y el Borbón mandó parar,
se acabó la algarabía,
suspendió la convivencia
y se cargó una familia.

El chico del balonmano,
modelo de deportistas,
se convirtió en un truhán,
en un vulgar chantajista
que,siendo duque de Palma,
tuvo la necia osadía
de estafar unos millones
en tan reputada isla.

Y el Borbón mandó parar,
porque al duque sugería
que se marchase del reino
a ocultar sus fechorías.
La justicia que no es lerda,
apeló a su señoría,
y es fácil que al señorito
le caigan ciento y un días.

El príncipe mientras tanto
afronta esta travesía
sin saber que el gran patrón
prepara una felonía.

Sin encomendarse a nadie
se ha ido de cacería
a la sabana africana,
solito y sin la Sofía,
sabiendo que a la llegada
le esperaba mis Corina,
rubia y jacarandosa,
cortesana la más fina.

A la mañana siguiente
salieron de cacería,
cacería de elefantes,
que es una cosa muy fina.
Parece ser que cobraron
colmillos de gran valía,
y a celebrarlo montaron
una generosa orgía.

El Borbón de las narices
como un cosaco bebía,
y apañó tan regia trompa
que salió con alegría
no a por rudos elefantes
sino a trincarse a Corina
que lo esperaba anhelante
tras las leves celosías
del bungalow colindante.
Como al pendejo le ardía
la” cosa “ entre la entrepierna,
pensando que ya subía
al catre de aquella fiera,
aceleró por la prisa
y tropezó en un tablón
y tropezó de tal guisa
que se crujió la cadera
y se le aflojó la picha.

Al monarca, trastornado,
llevan a la enfermería,
y al ver que es cosa muy seria
llaman a Cancillería
para repatriar al bobo
y salvar la Monarquía.

Corina, desconsolada,
triste, sola y compungida,
se consoló con un negro,
muy bien “ armado” y sin prisas.
Mientras, la consorte griega
celebra Pascua Florida
blasfemando porque el Rey
la cuernea con Corina.

Esta es la historia,señores,
del reino de Picardía,
donde los “nobles y reyes
ejercen con alegría
un papel desvergonzado,
las más torpes tropelías,
mientras el pueblo se jode
y no le encuentra salida
a los más duros problemas
de su aperreada vida.

(Anónimo del Siglo XXI)
 
 
*De Joan Mateujoan@cimat.es

 
 
 
*
 
 
Mi casa es una gran escondedora de cosas
el guante de Mailén, la media roja
de Alejo,
aquel papel donde anotaste ese numero
que querés marcar ahora.
...
 
 
Yo ando corriendo
muebles, hurgando los rincones...
se que en algún lugar se esconde esa ternura
con que solíamos mirarnos...
*De Alejandra Morales.
 
 
 
 
 
 
“EL CUERPO LESBIANO”*

Las ingles
en las encrucijadas
(y en la actualidad
de estas mismas arenas)

Los talones 
por  preciosismo
de esos miembros del ala
a cargo de la ambulación
La sangre 
por inherente a lo conectivo 
entre las regiones convalidadas
por sus
secuaces representativos
La lengua
por desplazamiento de su población
persuadida de la necesidad
de los desmanes
El clítoris 
por arraigo
la linfa
por sistema
las supuraciones 
por energía
los brazos
por destino.


*De Rolando Revagliattirevadans@yahoo.com.ar
*Texto concebido a partir de mi lectura del poemario "El cuerpo lesbiano" de la excelente ensayista ya fallecida Monique Wittig.
 
 
 
 
*

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