lunes, 18 de junio de 2012

Inventiva Social: NADA ERA MÁS ALTO QUE UN SUEÑO...


 
 
*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera-http://galeria.walkala.eu
 
 
FELIZ TÚ, COMANDANTE*
 
Al Guerrillero Heroico, en su 84 cumpleaños.

Feliz tú, Comandante,
que nunca serás viejo
ni tu imagen combatiente
ni tu canto de victoria.
Y no porque los años no transcurran,
es que como Bolivar, Martí y Fidel
aún tienes mucho que hacer.
Tú vives y seguirás viviendo en los indígenas,
en los campesinos sin tierra,
en los desempleados
y en los estudiantes sin escuelas,
que escucharon tu grito
y van por caminos y calles en la “marcha de gigantes
que no se detendrá jamás”, sabiéndose
que tú los acompañas.
Feliz tú, Comandante,
que viajas en la redondez del tiempo
esculpiendo la historia.
 
 
*De Miguel Crispín Sotomayorarcomar@cubarte.cult.cu
 13.06.12


 
 
NADA ERA MÁS ALTO QUE UN SUEÑO...
 
 
 
 
 
*
 
 
Nada era
en ese entonces
más alto
que un sueño
ni más puros
los días
que sucedían
en la mitad
del Otoño.
O ese silencio
que nos sacó del sueño
y que ya olvidamos
y cuya estela
responde
a nuestra mera
nostalgia
o tal vez
a la exigua
costumbre
que nos negamos
a dejar.
 
 
*De JORGE ISAÍASjisaias46@yahoo.com.ar
-Lluvia de marzo. Colección de Poesía  ÍCONO nº4. Editorial Ciudad Gótica.
 
 
 
 
 
MIRANDO LA PARED*

 
A Rodolfo (loco) Britos,
señalero del F.C. Roca.
 
 
 
*De Juan Carlos Cena. ferrocena2011@gmail.com
 
 
       
     Recuerdo que fue sábado. El frío nos alentó para que nos sentáramos a almorzar con los abrigos puestos. Un guiso carrero vaporeaba en la larga mesa y nos envolvía el aroma de esa salsa picosa. Casi no se veía al compañero de enfrente, pero los diálogos continuaban a los gritos, como si el levantar la voz nos permitiera ver mejor.
            Todos éramos ferroviarios, y éste, uno de los encuentros mensuales de los sábados. Tratábamos de reorganizarnos después del descarrilamiento. La identidad ferroviaria nos unía. Durante los primeros tiempos los encuentros eran de desagotes, de vomitar entripados atrancados, catarsis colectiva, angustiante. No se aceptaba la derrota. Tozudamente se decía que se había triunfado, pero se estaba afuera. A raíz y en torno de esas discusiones la organización no arrancaba. No a todos les venía esa especie de arcadas estomacales. Había de todo: tímidos, extrovertidos y absorbentes que sólo querían hablar y que se los escuche; otros callados, muy callados, algunos masticando un coágulo amargo y muchos que sorpresivamente se destapaban como un volcán dormido.
            Existía una gran circulación de compañeros que andaban tras alguna pista para la respuesta de la derrota. ¿Cuál? Si todos rastreaban al tanteo no había huellas que seguir, andaban bien boleados. Los de mayor edad con callosidades antiguas, de cuero atortugado, aguantaban más los pesares de este descarrilamiento. A los jóvenes, que fueron los protagonistas principales de la última pelea, los abarcaba una sensibilidad a flor de piel, cualquier roce los erizaba.
            El ferrocarril ya no nos pertenecía, pero circulaba entre nosotros en ese, ¿te acordás de...? Eran los estertores de los ayeres que se encadenaban en una memoria nostálgica resistente a cualquier olvido.
            El Loco Britos era uno de ellos. Estaba sentado en la otra punta, hablaba a viva voz, le explicaba a la Betty una y otra vez sus cosas; y ésta, dura de oído que no entendía o no quería entender. Ella argumentaba eso de la entereza, la pérdida de valores, la ideología y la cuestión política. Hasta que el Loco ante una pregunta de la Betty, estalló:
            -¡Qué ideología ni política ni qué mierda! ¡Cuando me echaron del ferrocarril quedé vacío! ¡Y la ideología se me fue a la mierda! ¡Y la entereza, esa que decís vos, ni apareció! ¡Qué me venís con boludeces! —y remató—: ¡Me quedé quince días mirando la pared, para que sepas…!
            Tras la violenta respuesta se mandó una cucharada del guiso caliente que le peló las encías. Silencio, sólo silencio mezclado con el vapor del guiso y el ruido de los cubiertos. Ante la reacción del Loco, silencio y respeto. Mudos, saboreábamos ese guiso amargo con discreción. Era amargo de verdad. La reacción de Britos nos cabía a todos. Recién  salíamos  de ese naufragio terrestre: rengos, tullidos, atontados los más; ferroviarios sin rumbo como pájaros sin aire: el ferrocarril ya no estaba entre nuestras pertenencias. Hombres-escombros, estrellados, fuera de la vía. Se trataba de salir de ese territorio; poco a poco comenzamos a olernos y a balbucear de nuevo nuestra identidad, a reconocernos a través de las palabras y el lenguaje. El Loco estalló, otros no. En secreto sufrían una implosión jodida, se estallaba para adentro, con un sufrimiento extraño.
            Antes que al Loco lo rajaran se sabía que las notificaciones por las cesantías vendrían. Pero como a los ferroviarios siempre nos rajaban o nos amenazaban vuelta a vuelta, ésa era tomada como un apriete más. Se sabía de esa bravata, pero nada detenía la lucha de la última huelga, menos el fervor de los jóvenes huelguistas por defender el viejo ferrocarril. El  momento le llegó al Loco, la cesantía golpeó la puerta de su casa y dijo: “aquí estoy”. No lo podía creer. No había retorno. El Loco Britos se vació. Buscó refugió en su casa. Un silencio como grumo lo dejó sin habla, lo atragantó. Sólo atinaba a sentarse en el borde de la cama y mirar la pared. Dos o tres mates, por la mañana, más no. Arrimaba su lata de tabaco Virginia, armaba sus puchos y como una ceremonia pitaba grueso, mientras miraba el ascenso azulado del humo, apoyaba su codo en la rodilla y con la palma de la mano sostenía el rostro. Así se inmovilizaba horas. Entrecerraba sus pequeños ojos hasta descubrir todos los días un pequeño grano de arena despintado en la pared, con forma de volcán, que sólo él veía. Otra bocanada, luego, con una sonrisa se miniaturizaba, lo penetraba y se transportaba por el volcán, aparecía en el cabín de señales en medio de gritos, teléfonos reclamando atención, el mate que circulaba:
            -¡Mové las palancas, Loco, que yo bajo las barreras, viene el de las y  diez.
            -Meta —respondía el Loco, largando el mate, corriendo el pucho a un costado, pitando, no fumando.
            -Es el primero que viene de La Plata, viene el morochaje a laburar, —repetían. Britos movía las palancas de las señales, trababa cambios, contestaba el teléfono, tarareaba un tango, todo se sincronizaba en él.
            -Ahí se asoma..., van durmiendo los proletas..., todas las ventanillas empañadas..., ¡qué los parió! ¡Qué de olores todos juntos!
            -Viene el otro, es el segundo en el diagrama.
            -Asomate, no sea cosa que se duerma de nuevo el Cartonero como la otra madrugada. Pobre viejo, se apoliyó tapado con cartones esperando el paso del tren. Estaba calentito y se amodorró. El matungo se detuvo, dejó de acunarlo, ya se había dormido el anciano, no hacía falta andar.
            Así desde la cuatro de la mañana. Moviendo palancas, estirando el pescuezo para ver si las barreras bajaban bien, luego vienen los pibes de la escuela medio dormidos. Espiaba y sacaba más el cogote para saludar a madres y maestras. Todo lo que pasara bajo el cabín era de su incumbencia, y si era de la rama femenina se esmeraba, era un galanteador metódico. El cabín era un faro especial, y en su turno, él era el propietario. Todas las mañanas a través de ese grano volcánico se trasladaba al ferrocarril vivido. Cuando intimé con él descubrí que era un conocedor de música clásica. Su viejo había sido músico.
            -Negro, escuchá: es barroco italiano del siglo XVI; escucha esto otro: Vivaldi, qué grande... ésta es La Trucha del pibe Schubert, esta otra: la novena de Beethoven, con ese final de la Oda a la Alegría de Schiller, como juno, ¿ah?
            El viejo de Britos lo incentivó con ideas marxistas y éste las absorbió. El padre había sido un viejo militante. Como herencia continuó por los mismos senderos. En la diáspora del Partido Comunista se fue como otros, pero nunca dejó de ser un laburante con conciencia de clase. ´´No tan puro´´, decía él.
            Las minas lo distraían en cualquier caso. Gorda, petisa, flaca, renga, contrahecha, era igual, él las miraba y te relataba los encantos que uno no veía. Decía: “Miro como El Principito, “lo esencial está oculto a los ojos, bajo las pilchas”.
            La revolución proletaria era su otra obsesión. Soñaba que vendría y pronto; se cargaba de un optimismo contagioso. Minas y revolución eran compatibles.
            -Marx, Lenin, el Che, ¿ellos no, acaso? No jodan. El único miedo que tengo —se ponía serio—, es que cuando esté en plena fornicación, justo pase la revolución por la puerta de mi casa y me la pierda. Pero no, no ha de ocurrir, el placer de la revolución es superior al carnal...es como un orgasmo popular, ¿entendés?                             
            -¿Y si te sorprende?
            -Me calzo los pantalones y me rajo con la gente. Me daría mucha pena abandonarla, ella comprendería, porque seguro que antes le habría hablado de la otra: de la revolución —y esa preocupación del Loco era por demás sincera.
            Mañanas frías, el cabín se calentaba por la estufa de leña, se empañaban los vidrios y como un hábito chantaban su nombre o algún viva de circunstancia. O lo limpiaban con una estopa para ver el arribo de los trenes tempraneros. Más tarde, las maniobras. Se sentía por el teléfono desde control general:
            -Loco, bajále la bombacha a la Porota.     
            -Después que pase el rápido se la bajo —contestaba (la bombacha era una señal de color blanco y la Porota, la locomotora de maniobras). Más tarde las largas charlas por teléfono. Que el gremio, que la asamblea, que la reunión previa, convencer al otro turno, el comunicado que no se entiende, que no me alcanza la guita, las conversaciones íntimas con el compañero, la familia, los hijos, la vida...
            -Carajo, cuántas cosas, cuántas, y ahora, ahora qué solo estoy, cómo mierda le hago a la vida, ¿cómo?, si estoy vacío, blando, sin nada, sin palabras, sin carajear, ¿cómo le hago a la vida? ¿Adónde voy? Si yo siempre anduve entre los rieles. ¿Cómo le hago a la vida si no tengo camino? ¿Quién cuidará al Cartonero? ¿Quién le alcanzará un jarro con mate cocido, con leche y una galleta? ¿Cómo le hago a la vida?  —se dirigía al volcánico grano de arena, transformándolo a veces en su oyente.
            Durante quince días más o menos fue rutina ese viaje, todas las mañanas y a veces por la tarde. A través del pasadizo que era ese grano de arena viajaba al cabín de señales, al sindicato, a los asados. Se repetía y repetía como saboreando cada recuerdo. Encendía un pucho antes de iniciar el viaje, dos pitadas y emprendía la travesía. Este desprendía una fina hebra azul que se estacionaba en el cielorraso. Al rato, el pucho le quemaba los dedos y el dolor lo hacía regresar en forma precipitada a la habitación. Puteaba, armaba otro cigarrillo, intentaba el retorno, pero no encontraba el grano de arena en la pared, el encanto se había hecho humo. 
            Mientras masticábamos ese guiso amargo y se empañaban los vidrios del corredor por los vapores y los alientos envinados, no dejaba de observarlo. Hablaba en vacío, sin relleno, pero volvía despacio, se serenaba. Estaba rodeado de ferroviarios. Eran otros diálogos, varios oficios estaban presente; pero se hablaba de lo mismo: del ferrocarril. Nos habían sacado el ferrocarril, ese inmenso objeto, que era nuestro sujeto. Como a nuestros hermanos indígenas cuando les talaron los árboles, los dejaron sin sujeto y sin pájaros, y los vientos les arenaron la mirada.
            Una mañana cualquiera arrimó de nuevo la lata con el tabaco. No alcanzó a armar el pucho. El tabaco voló por sobre el cubrecama. Se acabó la joda: Hilda, su mujer, de un cachetazo le hizo volar el armado a la mierda, lo zamarreó. Esperó que se fueran los chicos al colegio, el bebé dormía.    
            -Andá a bañarte y dejá de velar al muerto. Ya está, basta, qué tanto joder. Mirá por la ventana, mirá la vida. Bañate,  afeitate y aquí tenés unas chirolas que hice de unas costuras. Rajá, andá a ver a tus amigos de la cooperativa. Basta de mirar  la pared. El Loco, sumiso, rumbeó para el baño.
            -¿Eso te dijo tu mujer?
            -Vos, ¿qué le dijiste?
            -¿Qué le voy a decir?
            -Mierda que te zamarreó lindo, machito tierno, ¿no le dijiste ni un rezongo?
            -Nada, me zamarreó, no dije nada. Quedé limpito, me cambió hasta los calzoncillos; salí a la calle aseadito como pendejo en su primer día de clase.
            Hizo una pausa. No contestó las preguntas de sus compañeros. Comenzó a hablar como si contara al vacío una acción reflexiva, de muy adentro.    
            -Vos sabés que mientras caminaba me despabilaba y sentía al andar el tintineo de las monedas que viajaban en mi bolsillo, las que colocó Hilda, mi mujer. Eran los pesitos de una changa. Ahí no más, de sopetón, me agarró una emoción del carajo, se me calentó el rostro, era un ardor raro, distinto, te diría, como un fresco; es que me acordé de como luchábamos por el rancho, los pibes, como bancó todo en mis ausencias militantes. Me entró de seguido, después del ardor, unas putas ganas de vivir... y me dije: ¡perdí quince días mirando  la pared! Paré, me senté en el banco de la plaza frente a la estación y le metí al pensamiento. Me dije, cosas y bastante feas, no vayan a creer. Me dije: “continuar mirando  la pared sí es una derrota.” Repensaba luego: “¡qué mujer que tengo!” Mi mujer me sacó del grano de mierda que estaba incrustado en la pared, me tenía atrapado.
            Después de pensar me agarró otra locura, distinta. Regresé a casa. La busqué a la Hilda, estaba fregando en la batea, meta laburar, dejaba la casa limpia antes de ir a changuear. La agarré de las nalgas y le dije:
            -Hilda, corré las cortinas... quiero agradecerte, festejemos... Hilda, fregándose las manos jabonosas, donosa, ablandada, respondió como asumiendo el envite:
            -Y si justo pasa...
            -¿Pasa quién? 
            -La que vos siempre esperás, ésa, la revolución.
            -Cerrá bien las ventanas Hilda, la esperada sos vos ahora, para la otra falta mucho, anda lerda la muy desgraciada. Festejemos Hilda, que escapé del grano de arena de la pared...festejemos. Vos me ayudaste y te lo quiero agradecer.
            Hilda, gustosa, corrió las cortinas y trancó las persianas, pero antes, espió por si venía la otra, la lerda. Una, nunca sabe...
 
 
-Este cuento integra el libro "Crónicas del Terraplen".
 
 
 
 
 
 
CUENTOS DE LA REALIDAD
 
Marines en el Chaco*
 
*Por Carlos Alberto Parodiz Marquezparodizlaunion@gmail.com
Caminar seis cuadras bajo la lluvia, monótona, hostil, sin abrigo adecuado, y con ausencia mayoritaria de árboles, es una parcela de la accidentología vial, que enfrento en Alejandro korn, agravada por la hora de mañana que no suelo frecuentar, por lo menos en la calle.

Protesté en voz alta, sin riesgos, porque hasta mis ocho palmeras goteaban lágrimas de plata, silenciosas de despedida, que pegaban duro, ese día. Es que la virtualidad de vivir en un lugar distante se acentúa cuando, reaparecen las comunicaciones interrumpidas, durante tres meses por un robo de cables que ocupó veinte kilómetros, según la empresa, y borró todo contacto humano, telefónico y virtual.

Esa mañana, casi visceral, pese a mi disgusto, me permitía portar guardado en mi alma la contemplación de una luna extra large, que nunca había visto igual. En los lugares abiertos, como este, el fenómeno se multiplica y consigo la emoción. No obstante esa fiesta del espíritu se terminó horas después. Era en abril pero de 2012.

Temprano en la mañana Yon fue la llamada del infierno, porque hay horarios en que ni siquiera el anuncio de una jugada de quiniela, disculpa. Es una fuerte contradicción refugiada en la necesidad nunca cumplida debidamente, de escribir. Uno va postergando lo que no debe. Hasta que el riesgo de no llegar a empatar nunca, provoca pánico triste, solitario y final, como titulara Soriano.

Marché hacia la estación ferroviaria, obedeciendo instrucciones del vasco.
Languidecía, para cuando llegué, esa lluvia sacudida por el viento, hamacaba sensaciones que por lo menos yo, no quería para mi. Pero esto es tierra de las intolerancias, pensé, mientras me acomodaba en el vagón que suele parar donde está el indicador de andenes, el que en realidad elijo. Me dispuse a presenciar el desfile de los vendedores que recorren el tren como peregrinos desterrados, con la variopinta oferta que nada excluye, desde los pañuelos descartables, hasta chocolates inesperados, parando en los rubros menos imaginables.

Tuve fe y eso me rescató. Porque el adormecimiento que junté de Korn a Lomas, trajo la placentera modorra y esta  requiere acomodarse para soñar, por lo menos con un buen plato de comida. Una recurrente necesidad en mi caso.
Jabalí ahumado y pasta de mostaza con nueces y miel, me anunció como un parlante chino, en el teléfono; Yon  se reservaba el postre entre torta Nora –todo chocolate – y la opción la desconocí, para mi era suficiente. La garantía me la daba la bodega Flichman que tiene variedad de sabores, para acompañar. Por supuesto, me sentí agasajado, por mi sacrificio matinal.

En Lomas el andén cuatro de la estación ferroviaria, reunía bastante desarraigo como para no sorprenderme, salvo en un costado protegido de las corridas, la presencia del vasco que me aguardaba apostado detrás de sus lentes oscuros.  Su saludo gestual, poco me tranquilizó salvo el recuerdo de
una mesa bien puesta, que me intrigaba menos que quien iba a hacerse cargo de la cuenta  Algo seguro había, yo no iba a pagar. Me tomó del brazo para murmurar

- “Ambas márgenes”, me trae un documento que tenés que ver – descontando un interés que estaba lejos de sentir. Caminamos por Pellegrini hasta Saenz, donde Dali no pinta y en un lugar casi reservado, nos esperaba el invitado bastante preocupado. Lo saludó, naturalmente al vasco,  y levemente me regaló una seña que como identificación sobraba.

La realidad a través de la amplia ventana recogía postales rugosas a esa hora del mediodía en que nosotros empezábamos a servirnos, la contradicción de siempre. No obstante, a decir verdad, el jamón serrano de entrada y ahumada, daba salida al hambre que me suele perseguir con ensañamiento.
Aunque igual lo quiero al vasco.

“Forbes Energy en el Chaco

La firma norteamericana  Forbes Energy, fogoneó una reunión de funcionarios del gobernador chaqueño Jorge Capitanich con intendentes y equipos técnicos para analizar características, tipo de suelos y disponibilidad de tierras para la producción de caña de azúcar en los departamentos Bermejo, San
Martín y 1º de Mayo.

Destaca que a diferencia de lo acordado con el Comandante Edwin Passmore, del Comando Sur y  Silvia Maurizio, de la embajada de Estados Unidos, ellos hablaban de 50.000 hectáreas,  ahora apuntan llegar a las 100.000 hectáreas sembradas de caña de azúcar para la producción de bioetanol”.

“La producción de etanol a partir de caña de azúcar transgénica, no es “una producción ecológica o limpia”, requiere la utilización de un importante caudal de agua, una buena parte de ella en el proceso de producción se contamina con los agrotóxicos con los que son tratados durante el ciclo de producción.

¿Quienes son Forbes Energy?

Según cables de Wikileaks, Lucien Forbes, uno de sus directivos, tiene un interesante historial de acusaciones judiciales que van del fraude, falsa representación, hasta denuncias de sobornos a funcionarios de distintos países. Según cuentan estos cables, el negocio de Forbes Energy y sus filiales, es obtener contratos y luego revenderlos a otras compañías,


La cooperación humanitaria

Las organizaciones y los centros de estudios del NEA (noreste) alertaron sobre las instalaciones del Comando Sur de la IV Flota de los Estados Unidos en territorio chaqueño a través de un convenio entre la Embajada de EE.UU. y el Gobierno de Capitanich.

Esta operación fue anticipada en el 2007, en el libro "Crímenes en Sangre", donde se anticipaba la llegada de los cascos azules al Chaco para avanzar en investigaciones genéticas, vigilar un vértice del acuífero guaraní y del interfluvio Teuco-Bermejo y garantizar las tierras de El Impenetrable bajo
el paraguas de la cooperación humanitaria.

 Previo al desembarco de marzo 2012, hubo que precisar lo que generó el dengue en el 2009. Un escenario que sacudió a la salud pública sorprendió al Chaco, por el epicentro en Charata, una de las ciudades beneficiadas por el rinde de la soja. Se cree que todo estaba controlado y operado desde la
base de la IV Flota instalada desde hace años en suelo paraguayo (Base Mariscal Estigarribia).

El aeropuerto internacional de Resistencia (propiedad del grupo Eurnekian) fue el lugar elegido para la instalación de esta base militar de la IV Flota de los EEUU, que se visualiza a quinientos metros de la Ruta 11, en el acceso al aeropuerto, un bunker dotado con antenas satelitales, para monitorear  esta parte de América del Sur.
Tarea para "evitar" el terrorismo, recopilar datos del agua no contaminada de ríos, lagunas y los acuíferos Guaraní y Toba, para eventuales cambios de destino.

Cosas de la buena gente

Las trayectorias (sólo citadas) de los jefes militares en este desembarco chaqueño: el primer jefe designado en 2008 fue Josep Keman, jefe de los Comandos de Elite Navy Seals, preparados para actuar en guerra irregular, operaciones encubiertas, contrainsurgencia y terrorismo, premiado y condecorado por la gran experiencia y actuación "humanitaria" contra los pueblos de Vietnam, Irak, Afganistán, Pakistán el Golfo Pérsico y Medio Oriente.

El Comandante contralmirante Víctor Guillory, (negro), oriundo de Georgia, reemplazó a Keman en 2009. Desde 1978 estuvo al frente de fragatas misilísticas de la VII Flota con activa participación en bombardeos "humanitarios" durante la guerra del Golfo.
Fue responsable de las operaciones anfibias conjuntas y combinadas en el Pacífico Occidental. Además, fue comandante en jefe de las Fuerzas Navales de EE.UU. para el Apoyo a la Fuerza Combinada 535. En enero de 2010 participó al mando de la Cuarta Flota en la ayuda a las víctimas del terremoto de Haití. Guillory es un graduado de la Universidad de Defensa Nacional (Colegio Industrial de las Fuerzas Armadas) y sus premios y condecoraciones incluyen la Legión de Mérito, la Medalla de Servicio
Meritorio de Defensa, dos Medallas de Mérito, la Medalla  con Estrella de Oro. Fue receptor de reconocimiento y medalla 2009 del Ingeniero Negro del Año para el Liderazgo.

El contralmirante Kurt Tidd es el nuevo jefe de la Cuarta Flota de los Estados Unidos. Tidd fue Director de Política de Capacidades Estratégicas, Dirección de Política de Defensa en julio de 2006. Fue personal del Consejo Nacional de Seguridad en marzo de 2005, director de Asuntos de Estrategia y Defensa en la Dirección de lucha contra el terrorismo. Tuvo el desarrollo y la coordinación interinstitucional de políticas en la lucha contra las armas de destrucción masiva, el terrorismo, las amenazas a la seguridad de la aviación internacional y la política de seguridad marítima. De enero 2004
hasta marzo  2005, Tidd participó en la Guerra del Golfo en operaciones como comandante en Oriente Medio y Comandante de la Fuerza de Tareas de la 55."

El gobernador chaqueño recibió al coronel Edwin Passmore, agregado militar en jefe de la embajada de los Estados Unidos, responsable de la instalación por parte de la Cuarta Flota de los EE.UU. del "Centro Anticatástrofes y Ayuda Humanitaria"  que funciona desde marzo de 2012 en el Aeropuerto
Internacional de Resistencia.

¿Quién es?

El Coronel Edwin Passmore, con mando de tropas, cumplió tareas humanitarias en la invasión de Afganistán y fue asesor de Inteligencia del ministro de Defensa de Kuwait durante la invasión a Irak. Desde 2005 fue agregado militar en la embajada de EE. UU. en Venezuela, de donde resultó expulsado
por espionaje en 2008.

Según Página 12, (febrero 2011), Massmore, tuvo participación en el incidente en que el gobierno nacional impidió el ingreso de "carga sensitiva" secreta que arribó al aeropuerto internacional de Ezeiza en un vuelo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, "llegó con un arsenal de armas largas para un curso sobre manejo de crisis y toma de rehenes ofrecido por el gobierno de Estados Unidos al Grupo Especial de Operaciones Especiales de la Policía Federal (GEOF). Entre otros elementos como
equipos de transmisión, medicamentos que los funcionarios establecieron vencidos, drogas estupefacientes y narcóticas y estimulantes del sistema nervioso, tres aparatos encriptadores para comunicación. Dentro de la valija secreta también apareció un sobre supersecreto, de tela verde. Con folleto en quince idiomas”-, Basta para mí.

Decidí aceptar –otra no me quedaba-, que el jabalí era de una carne absolutamente desconocida para mi. Pero luego de digerir la información ya no tan reservada,  era más saludable probar, beber con seguridad y esperar los tironeos que llegarán en el futuro. La mostaza sigue sorprendiéndome.
Yon no y “Ambas márgenes”,  no me convence como topo. Para lo que hay…
 
 
 
***
 
 
 
 
 
 
 
GAUCHO DEL URUGUAY*
*De Daniel Gorositowd_gorosito@yahoo.com.mx
 
 
Gaucho mìtico e inmortal
naciste del mestizaje
en nuestra Banda oriental.

Este suelo està honrado
de que acà fuiste gestado
y algunos de sus pintores
en sus obras te plasmaron.

De chiripà colorado
te pintò Juan Manuel Blanes
y con golilla celeste
lo hizo el maestro Figari.

"Huachu"
raìz de tu nombre
que portas con gallardìa.

Montado en un potro brioso
nunca tendràs rival
en las labores camperas
ni en las luchas por el pàis.

Fuiste rey de vaquerìas
hoy tu imagen ancestral
es el sìmbolo perenne
de nuestra tierra
URUGUAY.
 
 
 
 
 
 
 
“CABARUTE MR.ED”*

El cascabel al gato se lo puso
y también a un caballo
Empezando por ahí

Acosó al Abstinente porque no dudó
de que no le era indiferente
Acusó a la Patrona de los Impuestos
al valor y al honor agregados
Siguiendo por allí

¡Huevazos al Ministro del Interior de Sí Mismo!
resonó, concluyendo
el mal (o buen) uso de los huevos.
 
 
*De Rolando Revagliattirevadans@yahoo.com.ar
(texto concebido a partir del poemario de Andrea Gagliardi)‏
 
 
 
 
 
*

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