domingo, 29 de abril de 2012

De la muñeca Barbie, por Arturo Texcahua

De la muñeca Barbie
Arturo Texcahua

 Kota Koti, la Barbie de carne y hueso.



Dicen que la Barbie es una obra perfecta de la mercadotecnia cultural,
dominio, imperio, modelo,
objeto educativo con zancos en las piernas, talle increíble y brazos como espadas.
Esa es la razón de algunos distanciamientos,
que nos confunda con insectos,
y nos lastime tal vez cuando busca amarnos.
Quizá por eso desconfiamos de sus ojos minerales dulces,
de oro aunque parezcan golosinas.
Resentimientos sospechosos y sin motivos sólidos.

Lo cierto es que sus nalgas,
como el dólar,
son fuertes, firmes y tan encumbradas que todos las ambicionamos.
Y sus vestidos, con certera exactitud, se apropian de cualquier circunstancia:
Día y noche, deporte, oficina, hogar y fiestas.
En todo está la Barbie,
es mujer moderna, rubia, blanca, delgada, norteamericana, siglo XXI.
Igual que las muertas de Juárez,
que las negras africanas que alimentan con parásitos a sus famélicos bebés,
que las musulmanas prisioneras de sus hombres y de Mahoma,
que las indígenas rarumuris, tzotziles y mazahuas,
solo por decir algunas de las muchas que son como la Barbie.
Por eso a las niñas y a los niños nos gustan estas muñecas.
Para unas son reflejo, para los otros deseo.
(Los narcos también juegan con ellas, hay pruebas.)
Todos queremos a las barbies.
Regalo perfecto.
Este año, otra vez, pediré un par al gordo de traje coca cola.


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