Editorial
Nos
vamos a concentrar en lo que se deja de lado: los ejemplos personales.
Hace un tiempo mandamos la anterior edición de nuestra revista a un
profesor de una universidad; el cual, con un tono paternalista, nos
señaló que ésta era caótica, recomendándonos hacer una revista más
ordenada, de esas que tienen las instituciones y de paso, acotaba que
pusiéramos algún escritor consagrado para que llamara la atención. Y,
por supuesto, que tratáramos de imprimirla.
Hace
algunos años, hicimos un diagnóstico: vivimos en un país donde el deber
de cultura de las personas se oscurece, ya que no hay un ambiente de
cultura general, aquí la cultura no te cruza, no te hace sentir, acá las
personas no se reconocen como intelectuales solo como profesionales y
los muchos de los que no entran a la universidad son peores que los
pudieron entrar porque las universidades sudamericanas son los únicos
centros de irradiación cultural legitimados. Al parecer, se necesita ser
más papista que el papa. A nosotros nos gustan los autodidactas, los
más sencillos y a los que no se les nota los títulos.
Va
nuestra revista por este medio, el más barato y rápido que tenemos a
mano como fuerte estímulo, la producción de una obra original y la
profundización de un asunto fundamental para nosotros: estos productores
culturales emprenden y desarrollan con más o menos celo su trabajo
personal. Sabemos que lo que hay, para ellos y nosotros, no es ni
siquiera hostilidad sino, simplemente, indiferencia absoluta.
Pero no desesperamos, podemos ver y hablar por nuestra cuenta, tenemos este deseo y voluntad de descubrir y buscar algo. Y
esta es la mejor forma de conseguir una parte de lo que buscamos porque
aburren los ideales remotos. Procuramos arreglar nuestra vida, no
importa en qué forma, de manera tal que nuestra independencia pueda
conservarse siempre, qué nuestra vida material no dependa de nuestros
proyectos culturales. Hemos decidido el trabajo difícil como hacer una
revista y no el trabajo fácil de hacer un artículo, así que mientras
algunos siguen afirmando que la poesía en este puerto es un foco
delictual nosotros no estamos pasivos. Observamos a los “vivos”. Y para
los vivos nomás decimos: “moral para intelectuales”.
Revista Digital Botella del Náufrago
del Grupo Casa azul
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