Pocos poetas dentro de la lírica hispánica, especialmente del siglo XX, han labrado una identificación tan absoluta entre su persona y el lector de modo que uno se vuelva imagen del otro; pocos también son aquellos que consiguieron un reconocimiento paulatino por parte de la crítica para su quehacer literario y que con el paso de los años lograron negarse al estancamiento poético, hasta sobrepasar los propios límites. Uno de ellos es el chileno Pablo Neruda (1904-1973), cuyo primer poemario —El hondero entusiasta, compuesto entre 1923 y 1924, pero publicado hasta 1933— inauguró sin saberlo una de las voces más importantes de la poesía hispanoamericana contemporánea. Samuel Arias, colaborador de Trajín.
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